sábado, 26 de noviembre de 2011

VIEJA GOLONDRINA


  
 Toda una vida asomándote cada mañana a mi ventana, a veces te veo, otras no, pero no has dejado de venir ni un solo día. Te conozco bien, vieja golondrina. Me has arropado con tus plumas y me has quitado el frio con tus besos aún sin sentirlo apenas,  has cruzado tus dedos  pensando en mí, has volado por eternos mares en busca de esa comida que jamás te pedí. Me has acurrucado en tus sueños sin yo saberlo, me has vigilado, has llorado y has sufrido por mí, y yo sin enterarme. 

Me hice muchas veces el loco y jamás te importó. Me perdonaste mis errores con un dulce beso que jamás percibí. Dejaste tus alas en esos cielos del mundo por mí, madrugabas por mí, o mejor ni dormías por mí, vigilante vieja golondrina y cuando el sol salía siempre aparecías mientras dormía. Me tapabas y te ibas, apenas te veía, pero jamás te importó.

Me hice el loco de la vida, miraba al cielo y siempre te veía, sonreía y me marchaba, pero jamás te importó. Nunca te lo dije, ni tú tampoco, jamás me lo dijiste, pero no hizo falta, nunca hizo falta porque yo lo sabía. Hoy te lo escribo, vieja golondrina, te lo canto y te lo grito con lágrimas en los ojos. Nunca lo vas a leer, ni me vas a oir pero no hará falta, nunca hará falta porque ya lo sabías, vieja golondrina. Te aferras a la ventana de la vida para  no faltar ni un solo día, vieja golondrina,  aún haciéndome el loco te veo como vienes por la mía, cansada y agotada, malherida y dolorida no faltas ni un solo día, vieja golondrina.

Y haciéndome  el loco, te veo cada mañana como partes, vida mía, a curar tus alas para volver mañana y no faltar ni un solo día. Sin fuerzas  sin aliento, sin palabras ni reproches notas mi ausento, mi locura y mi silencio, y  a lo mejor ya ni me ves, ni me oyes, ciega y sorda golondrina, pero no hará falta, nunca hará falta porque aunque no me veas, aunque no me oigas, vieja golondrina, sabes que siempre me tenías.

No emerge tu vuelo, se apagan tus plumas, se entristecen tus ojos  vieja golondrina, pero peleas con la vida, para ganarle aunque  sea un solo día, noto el miedo en tus ojos,  el vuelo de la vida en tu cuerpo,  el miedo de dejar de asomarte por mi ventana, de asomarte como cada día…. y yo me hago el loco. 

Nunca noté tus manos, ni noté tu aliento, pero sí tu silencio, tu amor y tu ejemplo, tu lucha y tus vuelos para asomarte cada día, aunque yo, ni siquiera te veía. Te conozco, vieja golondrina, aunque no te sonreía, aunque no te veía, y he sentido tu aliento, y he sentido tus manos  aunque apenas las notara, me has escondido tus silencios, tu amor y tu ejemplo y a pesar de eso, sabías que lo notaría, aunque yo,  ni siquiera te veía.

Jamás, me las dijiste, aunque yo lo sabía, y yo….. tampoco te las dije jamás, aunque tú sé que lo sabías. Y lo sabes, y lo sé, aunque no nos las digamos, aunque hayamos pasado una vida sin decírnoslas, vieja golondrina, hoy te escribo estas palabras aunque no te las diga, hoy te las canto o te las grito las veces que haga falta, vieja golondrina. Te quiero, vieja golondrina.

Nunca lo vas a leer, ni me vas a oir pero no hará falta, nunca hará falta porque ya lo sabías, vieja golondrina.

martes, 15 de noviembre de 2011

DOCE ROSAS

 
  Le entregó las flores y supuso que debía rescatarla de su castillo y prometerle que jamás se volvería a ir de su lado. Así estaba escrito el cuento cuando se dio cuenta de que él mismo fue el  rescatado.

 Ni falsas princesas ni maduros galanes cabían en aquella azotea peligrosa sino solo bajando a la orilla del mar y sentarse en la arena mojada escuchando aquel  nervioso silencio entremezclado con el sonido de las gaviotas y oteando la nada del horizonte lejano. Solo era un punto equidistante entre doce maravillosas rosas que fueron creciendo minuto a minuto hasta dar con el ramo más bonito jamás inventado.

  Y no…  no se trata de ningún cuento de hadas. Es la vida repleta de viajes peligrosos a lo largo de toda una eternidad aunque pareciese por momentos  un solo momento, el que dura la flor en madurar y ofrecer lo mejor de su belleza. Idas y venidas, risas y llantos, subidas y bajadas  de cualquier noria efímera en el tiempo donde se ven las cosas pequeñitas conforme te alejas y enormes cuando te acercas para abrazarte en la tierra y mirarla a lo lejos volver a girar sin ti.

 Observar desde la platea la ira de  montescos y capuletos  con una sonrisa bajo la lluvia, descubrir las profundidades de lo desconocido o ver los fuegos artificiales de la noche de San Juan mientras espinas van creciendo como brotes verdes que te hacen aferrarte a ellas y te presienten cada vez más seguro a cada pinchazo que recibes, ilusiones de primavera sueños de estío  esperanzas de otoño viendo las hojas caer a través de la ventana pasan las hojas de aquel calendario que nunca imaginaste. Pellizcos en la piel o tragos de ron azucarado para brindar por lo que sucede un día cualquiera sin pensar en ningún cuento de princesas  o balcones cerrados.
 
 Es ese reloj que no se detiene y marca las pausas, ese que nos distrae de nuestro sueño y aparece cuando menos lo esperas, el que te indica un día y otro el camino a seguir, el que te pide el último abrazo y te suplica que no te marches sin antes susurrarle la promesa de volver con un silencioso beso, ese, el que te indica donde estás ahora, de donde vienes y hacia que lugar vas siguiendo uno a uno sus minutos, contando sus minutos. Es ese reloj el que tiene la culpa de que todo esto no parezca un sueño sino ventana al viento y respirar hondo mirando al mar por cada hora que pasa.

 Doce palabras como doce rosas, una tras otra y aquí vemos como el río baja por su cauce, cuerpos tostados al sol o cenas a la luz de las velas, malentendidos o recetas con sal es la vida misma la que fluye por su camino sin estrella hacia donde nos llevará sino directa al mar que se ve a lo lejos, pero muy lejos si se quiere. No tenemos que subir difíciles escaleras que se abren o se cierran ante nosotros, ni escalar fachadas inimaginables ni esperar que la música nos arranque esa última lágrima, no es un cuento ni existen princesas, doce rosas con todas sus espinas que fueron creciendo minuto a minuto hasta crear el ramo más bonito.

 No, no se trata de ningún cuento de hadas, sino de la vida que te llama a cada minuto por ese reloj que nunca se detiene, que no te deja parar como aquel motor que se detuvo en aquella avenida y la princesa se le acercó…  porque eso solo sucede en los cuentos.   Aquella tarde un pajarito se posó sobre un hombro y le habló bajito al oído, qué sería la vida sin los pajaritos revoloteando sobre nuestras cabezas, qué habría sido de este cuento si aquella princesa no hubiese bajado a la orilla del mar a sentarse sobre la mojada  arena a escuchar aquel nervioso silencio, le habló de rosas, de sueños, le habló de espinas, de tiempo…  de escribir un cuento con cada minuto de su vida.

martes, 8 de noviembre de 2011

LAS FRASES DEL DEBATE




Rubalcaba - 'Estoy convencido de que usted sabe que, si cuenta lo que tiene en la cabeza, ni sus propios electores le darían el voto'.


Rajoy - 'Ahora propone medidas ¿Y por qué no las hizo antes? ¿Es que se le han ocurrido hace media hora?'


Manuel – 'Miren ustedes, me han dicho que aquí, ustedes me podrían ayudar, que son los únicos que podrían hacerlo.'


Rubalcaba - 'Usted sabe perfectamente que el Gobierno no le ha dado dinero a los bancos. Ningún dinero'. 



Rajoy - 'Ustedes nunca supieron donde estaban. Dijeron que no había crisis, brotes verdes, que teníamos el mejor sistema financiero...' 



Manuel – 'Pues es que resulta, que dentro de diez días, el banco me va a echar de casa. Llevo un año en paro y aunque he buscado trabajo, nadie me da. Tengo 49 años y dos hijos de 14 y 9 años. A mi mujer también la despidieron.'


Rubalcaba - 'Usted va a bajar las prestaciones por desempleo'.


Rajoy - 'No se excusen y asuman su responsabilidad porque la tienen'


Manuel – 'Me han dicho que ustedes podrían hacer algo para que no me echen de mi casa, ya que no tenemos donde ir. He intentado hablar con el banco, incluso con el concejal de servicios sociales del ayuntamiento de mi pueblo, he hablado con mucha gente, y todos me han dicho que son ustedes los únicos que pueden ayudarme, por eso estoy aquí.'


Rubalcaba - 'Salga usted de su ambigüedad y dígale a los españoles que es lo que quiere hacer si gobierna'


Rajoy - 'Señor Pérez Rubalcaba, yo no soy como usted. No lo soy'


Manuel – 'Solo quiero trabajar para darle de comer a mis hijos y tener un techo donde dormir'


Rubalcaba - ¿Sabe mi conclusión y la que le digo a los españoles? Que con ustedes, la sanidad pública y la educación publica no están garantizadas'


Rajoy - 'Eso es una insidia. Cosa que, conociéndole, no me sorprende'


Manuel – 'Estamos algo desesperados, porque la última semana apenas tuvimos para comer, y el otro día me llegó una carta del juzgado donde me decían que si no pagaba antes de diez días lo que le debía la banco, me desahuciarían. He intentado hablar con ellos, pero me han dicho que no pueden hacer nada. Otros me han dicho que ustedes sí me podrían ayudar, que eran los únicos que podrían hacerlo. Por eso he venido.'



Rubalcaba sobre ETA - 'Si estoy en la presidencia del Gobierno, sabe usted que le llamaré para dar los pasos que hay que dar. Y si estoy en la oposición, le ofrezco mi leal colaboración' 



Rajoy sobre ETA - 'Yo haré exactamente lo mismo'


Manuel – 'Perdonen,  pero no me estoy enterando de  nada. Podrían decirme que es exactamente lo que debo hacer?'


Rubalcaba en su mensaje final a los ciudadanos - 'Creo que podemos salir de la crisis todos juntos, sin que nadie quede atrás'


Rajoy en su mensaje final a los ciudadanos  - 'Estamos a su disposición'


Manuel –  'No, si yo solo lo que quiero es trabajar para poder pagar mi casa y que no me echen a la calle dentro de diez días. Me han dicho que ustedes son los únicos que podrían ayudarme. Qué debo  hacer?. Porqué no me contestan?'

viernes, 4 de noviembre de 2011

TRAS EL CRISTAL



   
  Hoy te miro, y no me hablas. Callado, como el día. Nos asomamos los dos a la ventana, y viendo la lluvia caer permanecemos en silencio. Solo la observamos. No sé lo que tiene la lluvia que nos hace enmudecer. Solo miramos. Y pensamos. Es como ese momento íntimo que no compartes con nadie, sino contigo mismo. La miramos, y nos quedamos embobados los dos, como si fuese algo nuevo o especial, pero no lo es. La de veces que habremos visto llover. Hoy es una más.

Apoyados tu hombro sobre mi hombro, tus ojos sobre el cristal como los míos, seguro que mientras mis pensamientos se van hacia un sitio los tuyos vuelan hacia otro distinto. Seguramente yo esté viajando a través del tiempo, soñando con mis cosas o escuchando frases que se te quedan en la mente mientras tú haces otras cosas, lo mismo estás entretenido buscando algún rincón oscuro donde poder pasar el tiempo de manera amena, o lo mismo te entretienes mirando pasar a la gente, observándoles uno a uno, o lo mismo hablas con alguien de las cosas de la vida.

 Miramos las mismas gotas que terminan su camino estrellándose en el suelo de forma violenta, pero estamos en mundos distintos, tú estás en el tuyo y yo en el mío. Solo coincidimos a determinadas horas, cuando me siento frente a ti, y te hablo mirándote a los ojos, o te escribo, cuando me acuerdo de ti, y te digo, ven, siéntate, que hoy mis palabras te acompañarán. Solo un ratito. Son esos ratos, que como el del ahora, quizás compartamos aunque estemos pensando en cosas distintas, viendo el ver caer a la lluvia.

Nuestras mentes, a veces, no son coincidentes. Por eso, te refugias en tu mundo, en tus cosas de todos los días, en la inercia que te marca el reloj y que te ha hecho costumbre, quizás en tu propia mecánica a la que añoras y echas de menos cuando en algunos momentos no la tienes, como ahora, que compartes conmigo el ver caer a la lluvia.

Por eso, a veces, yo mismo me refugio en el mío. En mis recuerdos, mis palabras, las imágenes de mi vida que cada día se transforman y se van cambiando  minuto a minuto, en mis cosas también como las tuyas, en mis idas y venidas, en mis viajes por el tiempo hasta llegar a momentos como éste, en el que comparto contigo el ver caer a la lluvia.

Solos son momentos, muy pocos tal vez, espacios que necesitamos rellenar de nuestra propia presencia, tu hombro sobre mi hombro, tus ojos sobre el cristal como los míos. Quizás todo es así, porque todo tiene que ser así, porque aunque quiera estar más tiempo contigo, compartiendo momentos como éste donde ambos miramos el caer de la lluvia no es suficiente mi deseo, o el tuyo, de tenerme  más contigo. Por eso, solo miramos, callados, ver caer a la lluvia. Tus pensamientos se trasladan a tu mundo, y los míos al mío, aunque miremos juntos la lluvia.

No sé, espejo mío qué es lo que me atrae de ti, no sé qué me inspira escribirte y mirarte a los ojos de vez en cuando, reprocharte que no estés más conmigo o compartir la lluvia desde la ventana. Quizás que aunque pensemos en mundos diferentes seamos lo mismo, que aunque vivamos  situaciones distintas nunca dejemos de ser  iguales, que aunque nunca renuncies a tu mundo prefieras no salirte del mío. Somos tan distintos, a veces, que nos confundimos el uno en el otro. Será que acaso no somos lo mismo?. 

Es la lluvia la que me ha acercado a tí esta mañana. Compartirla a través de la ventana la que me ha hecho reparar en ti, bajarme de esos mundos distintos y compartirla contigo, sé que te volverás a ir apenas escampe, pero ha merecido la pena. Yo, mientras, estaré esperando a que de nuevo llueva para ver  en silencio, las gotas caer, tu hombro sobre mi hombro, tus ojos sobre el cristal como los míos.