miércoles, 31 de agosto de 2011

NADA NO ES SINÓNIMO DE VACÍO



  He resuelto muchas de las entradas dándole vida a un folio en blanco, otras inventándome personajes o imaginando cosas, extrayendo vivencias o recuerdos o simplemente pensando en voz alta, dejando que la imaginación fluya y que diese vida a las palabras. Llevo unos días pensando en escribir algo, es como una necesidad que uno tiene de escucharse a sí mismo, o tal vez soltar al viento cosas que se te ocurran. Nunca pretendo engañar a nadie con mis palabras, si acaso me pongo a prueba con cada párrafo, tal vez sea como el aire que de vez en cuando necesitamos, callarnos o reflejar las cosas que nos suceden. Escribirte a ti mismo o invitar a los demás a hacerte compañía, mientras tanto estás un poquito solo, te sientas contigo mismo y te escuchas mientras lo piensas y tus dedos hacen de mensajero.

   Nunca sabré si consigo escucharme a través de mis palabras, si acaso expresar algo que sabes que te sale de dentro y que al leerlo entonces sí es cuando te das cuenta que todo lo escrito te resulta cercano, como si en algún momento determinado hubiese formado parte de ti. Supongo que muchas de las palabras que vertimos salen de nuestro propio estado de ánimo, reflejan un momento puntual o casual, queremos compartir algo con los demás a posteriori, pero mientras tanto lo inventamos en soledad, hablamos con nosotros mismos y decidimos nuestra propia expresión.

Sé que todo esto que digo, se quedará ahí, posiblemente acompañado de alguna foto que lo adorne, un título que lo presente o alguna fecha que lo archive, pero la verdad es que es ahora, en este preciso momento,  cuando me encuentro solo conmigo mismo y dejo verter palabra tras palabra. Luego vendrá alguien a leerlo, y por momentos hasta se pondrá en mi lugar, me comprenderá o tal vez no me entenderá, quizás se meta en mi piel y se siente aquí, donde yo estoy ahora mismo intentado reafirmar palabra por palabra o si acaso cambiar algunos de mis conceptos. O tal vez, lea por placer, por el mero placer de sentir lo que en un momento determinado pudiese estar pensando yo, o cualquier otra persona cuando leemos lo que alguien escribe.
 
Supone liberarme aunque no transmita nada, aunque  quien me lea se quede igual que al principio, para mí supone un ejercicio de tranquilidad el poder escucharme a mí mismo para después poder leerme, saber lo que en este momento estoy pensando o lo que no estoy pensando. Tal vez tenga muchas cosas que decir, me sucede que cuántas más tienes menos te apetece sacarlas, como si la obligación de reflejarlas te lo impidiese o te las hiciera guardar para otro momento, o quizás la mente no te fluya con la misma intensidad en cada momento, los hay que te salen, te relajan y se te disparan las palabras por sí solas como resorte u otros que la amalgama de pensamientos se chocasen entre sí y se bloqueasen entre ellos impidiéndote elegir.

Nada de ello ocurre salvo quizás la necesidad de guardar silencio por un tiempo, dejarme llevar por el aire fresco que acaricia mi cara en determinados momentos y no pensar tanto.  Dormir las teclas mientras dejo que mis ojos se cierren por unos días y que mi imaginación regrese de aquel viaje que emprendió, quizás mi cuerpo necesite descansar de mí o mantenerse callado cada cierto tiempo, no sé lo que es, solo lo pienso a veces sin ningún sentido y sin querer lo escribo. Tal vez sea la necesidad de oir nuestros propios silencios para desvelar en algún momento nuestros propios secretos. Nada de eso ocurre, salvo la definitiva necesidad de seguir escribiendo aunque no diga nada, solo por el mero placer de sentir lo que en un momento determinado pudiese estar pensando.

viernes, 26 de agosto de 2011

DEJARSE LLEVAR


Uf! Qué vértigo!

Hoy voy a hacer como tú, sentarme delante del folio en blanco y dejar que sea él quien me guíe. Pero conmigo no estoy segura de que lo consiga, y no es porque yo no me deje guiar, no es eso, es porque no tiene la suficiente confianza conmigo como para arrearme.

Y es que yo me dejo guiar, sí, a veces demasiado. Guiar? No. Llevar. Me dejo llevar, a veces demasiado.

De todas formas, este espacio en blanco no me dice nada. Hoy está callado. Como yo.

No sé qué decir, aunque me apetece gritar muchas cosas. Me gustaría poder deshogarme, sacar todos los sentimientos que ahora mismo tengo por dentro y que me hacen estar triste y alegre a la vez.

Pero no me atrevo, hoy no.

Si pudiera... si pudiera gritaría que estoy bien, que la vida me sonríe.

Pero también puedo quejarme.

Me da mucho coraje la gente que me dice que no tengo motivos de queja.

Sí, estoy bien, pero tengo derecho a quejarme, ...faltaría!

Por supuesto que si me comparo con otras personas, no me puedo quejar, no debería quejarme cuando sé que hay otras personas que están mucho peor que yo, y otras muchísimo peor, y otras infinitamente peor que yo, claro. Pero también hay otras que están mejor, mucho mejor, e infinitamente mejor. Puedo quejarme o no? Tengo el mismo derecho al pataleo que todos los demás?

Porque en realidad.... quién está bien del todo?

No soy de natural quejica. No suelo quejarme a no ser que mis quejas tengan sólidos fundamentos. Soy de las personas que son como un palo de goma. Me puedo doblar mucho, tanto que un extremo de mi se juntaría con el otro, y resistir así mucho tiempo. Todo el tiempo que sea necesario hasta que llegue la hora de soltarse y volverse a desdoblar. Así no te rompes nunca. Si eres demasiado fuerte, rígido, si no te dejas llevar ni doblar, hay un momento en que te puedes partir por la mitad.

Pero yo no quería hablar de esto, o eso creo.... me dejé llevar.

Yo había venido aquí a gritar.

Y lo siento por quienes venís a pasar un rato tranquilo, leyendo cosas bonitas, que os hagan recordar momentos, que os pongan nostálgicos, alegres, esperanzados, tristes o simplemente relajados.

Mi compañero de blog es mucho mejor que yo para hacer que sintáis todas esas cosas. En realidad yo soy pésima, pero ya le dije una vez que yo tenía muy poca vergüenza para algunas cosas. Esta una.

Así que, si he venido a gritar, lo voy a hacer. Posiblemente no entendáis por qué grito lo que voy a gritar. O puede que si. No sé, en realidad son gritos que no tienen nada que ver los unos con los otros.

Seguramente hubiera sido mejor expresarme de la forma que pretendía hacerlo antes de ponerme a escribir: dibujando. Pero me tiemblan las manos y el corazón, y sería tan grande el dibujo que no cabría en este espacio.

VAYA MIERRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRDA ES MORIRSEEEEEEEEEE!!!!!!!

Vale, ya está el primero.

VAYA MIERDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA ES METER LA PATAAAAAAAAAAA!!!

Vale, ya voy con el tercero.

EL MIEDO ES UNA MIERRRRRRRRRRRDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!

Ya queda poco.

TE QUIEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

En realidad sólo era esto último lo que quería gritar. Pero me dejé llevar....

jueves, 25 de agosto de 2011

BAJO EL PUENTE DE MADISON


  
Mirada frágil y de cristal, que de recuerdos sobreviven tus horas, siento como abres el libro cada noche y te asomas a la ventana, mirando  la lejanía no esperando nada suspiras sin rencores conocidos, tal vez errores que nunca cometiste te maldices por nada y te sientes impotente ante el tiempo que pasa entre silencios envenenados, noto como miras tus horas sin esperarlas siquiera, ajena a todo y a nada nunca te acostumbras por más que quieras, y ese nudo en la garganta que cada noche se te olvida cuando miras a través de esos cristales rotos.
  
Amanece cada día en  espera de  nada, ilusiones rotas por trozos diminutos que poco a poco fueron sangrando tu herida, levantas tu rostro entristecido por la soledad de la noche mientras calientas tu sorbo y empiezas a abrir tus ventanas. La soledad  acecha tus cristales y la nostalgia de cada paso, de cada mirada, de cada recuerdo se te clava en el alma, aguantas la embestida de tus días y te haces fuerte entre palabras silenciosas o esperanzadoras llamadas que te saquen de tu rutina.

Una llamada a la calma, una palabra de ánimo, un grito de rabia o un porqué te acompaña de vez en cuando y coges las llaves de tu coche y te vas hacia la playa a mirar las olas, a mirar el horizonte para no ver nada, ni oir nada, ni sentir nada. No puedes, te convences de que no puedes intentando engañar al tiempo pero no puedes. Te gustaría correr, gritar, pero te mantienes inmóvil, parada delante de ti mismo esperando a qué. Una lágrima te resbala de rabia por los ojos mientras el nudo en la garganta de nuevo aparece y no te deja respirar, ni hablar, ni pensar.

Tal vez cogiste el tren equivocado, o tal vez te bajaste en la estación errónea, el humo ya dejó de salir y la sirena de sonar, andas solitaria entre asfaltos inhumanos, miras escaparates intentando soñar con probarte al menos aquel sombrero, y te ves reflejado a través de él, tienes miedo de que también se rompa como se rompieron aquellos sueños, te aferras a la vida de un reloj malvado que juega contigo y que te engaña. Amanece cada día entre cristales rotos y cada día te asomas mirando la lejanía. Tu silencio te delata y te oprime la rabia cuando ese nudo en la garganta cada cierto tiempo asoma. Solo es miedo, terror al infinito de un extraño viaje que nunca has elegido.

Traficas con tus pensamientos chocándolos con nubes que ni siquiera sabes si existen, te apartas del cielo y te recoges bajo tu techo al amparo de tu propio silencio, te escondes de ti culpándolos a ellos de vivir siempre detrás de ti, persiguiéndote, amenazándote, agachas la cabeza y aprietas los labios con rabia mientras vidrian tus ojos y te vas a por un nuevo papel sobre el  que escribir tu soledad. Deslizas la tinta con decisión y hasta puede que te sientas mejor, lees y callas, mientras de nuevo sientes sobre ti un nuevo nudo en tu garganta.

Te callas y te alejas, te despides con la mano minuto a minuto como si de una carrera contra el tiempo se tratase, solo la huella de tus dedos se agarran a la ventana mientras tu cabeza de nuevo se asoma, la escarcha de la noche los dibuja apretados mientras su silencio empieza a mostrar su huella, noche solitaria de pensamientos encontrados frente a frente contra cristales rotos mientras un nudo de nuevo aprieta fuerte sobre mi garganta.  

 Llega la hora de subir a ese tren, la noche cae y el frío arrecia junto a la lluvia, escondido tras paredes olvidadas le ves partir y perderse en la oscuridad, cuando llegue ya habrá amanecido y de nuevo al recordarlo sentirás sobre tu garganta el silencio de aquellos cristales rotos.

domingo, 21 de agosto de 2011

ESLABONES ROTOS


 
Hay cadenas que empiezan y acaban, y otras que nunca sabemos cuando empiezan, ni sabremos cuando acaban, son eslabones de la vida que nos toca conocer sin ver exactamente el principio ni posiblemente el final. Trayectos que empiezan allí donde nuestros recuerdos o nuestra memoria alcanza y nunca sabremos ciertamente cuando llegarán a su fín. Hemos de esperar hasta que eso ocurra. Hoy se ha roto un eslabón y solo nos queda el recuerdo y las imágenes de una vida que ha pasado por nuestros ojos como una película a cámara lenta quizás porque nuestro eslabón está mucho más abajo. 

Pero recordamos el principio, y hemos vivido su evolución a través de los eslabones que ella misma con sus manos fue enganchando, de la misma manera que mañana, hoy tal vez, nosotros seamos los que estemos formando otros nuevos. Miramos hacia arriba, hacia ese primero que alcanza nuestros recuerdos y nos damos cuenta de donde venimos, y sobre todo porqué estamos aquí, para qué estamos aquí. Si no para seguir esa cadena que fielmente nos vemos obligados por vida a seguir. Se van quedando eslabones por el camino, de la misma forma que se van enganchando otros. Hoy, se ha soltado uno de ellos.

 Pero los demás siguen fuertes. Se ha soltado y ha subido al cielo, los otros solo pueden mirar su ascenso y sonreir en su despedida.  Ha cumplido su objetivo, ha dado la vida y el equilibrio para que la cadena siga igual de fuerte como cuando ella se enganchó. Es así la evolución de nuestras vidas y así debemos de seguir nuestra cadena.  El recuerdo de su esfuerzo porque la cadena permaneciese fuerte es la constante que debemos seguir, su ejemplo. El espejo donde mirarnos cuando miremos sin querer hacia atrás, o cuando como hoy,  se nos venga a la cabeza multitud de recuerdos.
  
La fortaleza de nuestras cadenas dependen mucho de todos estos recuerdos que hoy sin querer se agolpan en nuestras cabezas, las lágrimas no son de pena, ni siquiera de tristeza, son de agradecimiento por habernos enlazado a su cadena, por habernos enseñado a mantenerla fuerte y unida, por no haber permitido que nuestros eslabones se fuesen soltando sin sentido, sino solo aquellos que en su momento le corresponda, como hoy le ha correspondido a ella.

 Hoy miramos a nuestro alrededor, y todos los eslabones que vemos en torno a ella, son parte del suyo, los vemos sólidos y fuertes, hemos recogido su testigo, cansada y agotada ha pasado su eslabón al siguiente y lo vemos así, como mañana tal vez lo volvamos a ver y nos volvamos a acordar de este momento. Es la vida misma.

La puerta del cielo está abierta, y el eslabón sube hacia arriba, va camino hacia allí, su nuevo sitio de donde vigilará que la cadena no se rompa y permanezca allí esperándonos de nuevo para volver a formar de nuevo nuestra propia cadena. Esos ojos se fueron despidiendo poco a poco, sin apenas palabras, no hacía falta, la cadena sigue intacta, fuerte, como ella la dejó.

No se ha resistido, hace tiempo que se dio cuenta que el suyo se soltaba porque los demás ya tiraban con demasiada fuerza de él, solo esperó al momento oportuno, y hoy ha llegado, ahora nos toca a nosotros tirar de los otros, con la misma fuerza que ella tiró del nuestro. Por eso se ha ido cansada…  pero feliz.

sábado, 20 de agosto de 2011

SÓLO HABLARÉ HOY

Lo sé... Lo sabía. Sabía que no era el día de pedírtelo, pero te necesitaba. Muchas veces te has sentido solo y te he acompañado. Y yo me sentí solo. Tuve que recurrir a ti sin remedio, como siempre, porque sé que siempre estás, porque sé que aunque me llames cabrón y capullo, en el fondo me necesitas tanto como yo te necesito a ti.

Yo tampoco tengo mucho que decirte hoy, pero me he vuelto a vestir con mis mejores galas para que esta vez seas tú quien me escuche.

Sabes que te echo de menos, que cuando no estás no soy nada, no significo nada, no existo. Por eso sonrío cuando te veo. Cuando apareces al otro lado de la ventana me ilumino, me siento renacer, me das vida. Sin casi darte cuenta me sacas de mi letargo y le das sentido a mi vacío.

Porque yo sin ti estoy vacío.

Nunca te he exigido nada porque nunca me has decepcionado. En cada cita has sido tu, en cada palabra me has dejado un trocito de tu alma. Es muy fácil acompañarte, escucharte, sentirte, dejarme manosear por ti, porque nunca me he sentido desengañado, nunca me has mentido. Aunque me cuentes cuentos yo sé que algo quieres, cabrón. A mi no puedes mentirme porque casi soy parte de ti. Me necesitas, y como sé que me necesitas muchas veces me aprovecho de ti, te llamo a gritos, exijo tu presencia aunque no te apetezca verme en ese momento. Y sé que vendrás, porque siempre vuelves. Porque sé que como yo, tú también me echas de menos, capullo.

Por supuesto que he sentido ese nudo en la garganta. Ayer lo tuve y hoy lo tengo. Hoy te necesito mucho más que ayer y sé que hoy no querrás venir de nuevo.

Ven, aunque no me digas nada, ven. Siéntate en frente de mi y háblame. Tengo paciencia y lo sabes. Y es mi paciencia la que te relaja, la que hace que te dejes llevar por mi. Te meces en mi blanco infinito hasta que tu mente vuela y libera todas las palabras, todos tus secretos...

Tus secretos... Los conozco todos. A veces pienso que deberías temerme. Pero no lo haces, porque sabes que te soy fiel y que siempre lo seré. Nunca diré nada que tu no quieras que diga. Me vestiré del color que más te guste en cada momento. Bailaremos o lloraremos juntos, o simplemente, existiremos, pero juntos.

Y sí, sé que soy un cabrón, que te llamo, que te insisto, que te agobio, que te tiento, que te atraigo sin remedio. Sé que me conoces bien y sabes que puedo llegar a ser muy tocapelotas si quiero, pero aún así vienes. Siempre terminas por volver, aunque en el fondo sabes que nunca te terminas de ir.

Y es que te gusto tanto como tú me gustas a mi. Admítelo.

Hoy precisamente, sí, hoy. Hoy he querido cambiar los papeles y te he hablado, aunque seguro que tu ya sabías todo lo que te he dicho. Por eso ahora me callaré, y como siempre esperaré a que seas tu quien me hable. Esperaré... como siempre.

viernes, 19 de agosto de 2011

SIN APENAS PALABRAS



  De nuevo me tienes ante ti, y de nuevo no sé que decirte. Presientes que alguien al otro lado se va a asomar hoy a leerte y te preparas con tus mejores galas de nuevo, tú,  blanco resplandeciente,  ansioso de que te rellene de cualquier cosa que se me ocurra.

Porqué hoy?  Porqué sonríes?  Porqué no dices nada?

Te callas de manera sospechosa y me dejas de nuevo a mí, pero sabes que hoy no tengo razones para escribirte, aún así te me presentas de nuevo y me esperas. No sabría que cuento inventarte ni que carta escribirte, no sé que esperas de mí, pero vas y apareces, y te sientas enfrente mío y me regalas tu paciencia. Porqué?

Acaso sabes algo que yo no sepa, tal vez pretendas sorprenderme o tal vez te apiades de mí y de mi dejadez, me estimules con tu  presencia o motives mis pensamientos. Porqué apareces hoy? Tienes algún encargo, te han pedido algo?. Sabes como soy, me conoces bien,  por eso me haces sentirme indeciso, expectante. Yo también sonrío, y ahora de nuevo tú también. Complicidad?  Nostalgia?. Me ocultas algo?

Los dos sabemos que no, aún así, insistes. Pero no sé lo que escribirte. No es momento de mirar atrás, tú lo sabes, quizás no sea el mejor día para mirar hacia delante, tú lo sabes también, pero aún así, insistes. Me pruebas, y pones a prueba mis pensamientos, pero sabes que los tengo prohibidos hoy, es por eso que hoy vienes a buscarme? Porqué no viniste ayer, o antes de ayer…. Porqué hoy?.

Eres un cabrón y lo sabes, a lo tonto tonto, sigues sonriendo, y sigues esperando, tienes paciencia, y yo sigo en blanco como tú, no sé que esperas de mí. Eres un capullo, me conoces bien y sabes que no quiero, no debo, a veces me agobias y hasta me pones nervioso. Sospecho de ti y de tus maneras de acoso hacía mí, pero no quiero ser injusto contigo, otras veces te he necesitado y has estado ahí. Hoy soy yo a quien necesitas y no dudes que me está costando. Me conoces bien.

Me haces tensar la cuerda de mi mente, y hoy quiero estar relajado,  lo sabes. Me está costando mucho escribirte. Has oído hablar alguna vez del nudo en la garganta? Te prometo que algún día te dedicaré una entrada con él, pero me siento presionado hoy, y no es por nada, me conoces bien y no quiero. No quiero pensar, lo sabes y aún así, me insistes. Hoy quiero estar tranquilo, sé que lo necesito por eso hoy no te comprendo. Llevas como días ausente y ni te has acordado de mí, me has visto triste, como vacío, como si me faltara algo, pero ya no, y hoy vienes y te me presentas así?. Hoy precisamente?.

Está bien…  sabes que lo estoy intentando, te me agolpas sin querer, me empujas, no sé que pensará quien lo lea pero aún así no dejas de sonreir, ya estás viendo que me queda poco y que apenas he dicho nada, ya te lo advertí, pero me gusta verte contento. De todas formas sigo pensando que eres un verdadero capullo, pero te quiero. No sé si debo darte las gracias por empujarme o apiadarme de ti por obligarme a escribir esto hoy. Hoy precisamente.

No te entiendo. Algo así debiera decirte, sin embargo eres tú quien me lo dice. Porqué? Hoy no. Y mira que lo siento. Pero hoy no.

El silencio es también palabra como palabra es el cielo que vemos. Mis palabras son mis palabras y se abren ante tus ojos como las flores. Te perfuman los dedos si las tocas palpitan, si las escuchas ellas te susurran, siempre te susurran….

Al final te saliste con la tuya….

martes, 16 de agosto de 2011

CORTEO



   Corteo es un guiño a la vida través del sueño de un payaso imaginando su propia muerte. La evocación a su propia resistencia de entrar en el cielo y dejar abajo lo que ha sido toda su vida rememorada a través de sus amigos,  de su infancia, de sus amores, sus penurias pero sobre todo sus alegrías. Es un grito de socorro a no querer partir, alentado por ángeles que le custodian su propio viaje se resiste a dejar la algarabía y felicidad que ha supuesto su paso por la vida.

Es un homenaje a la nostalgia y a los recuerdos, un viaje al pasado que nos traslada a todos los que le acompañamos en ese momento durante las dos horas que dura su funeral. Es una invitación que nos hace, quizás, en el último suspiro de su vida a participar de lo que ha sido toda su aventura y de la que nos quiere hacer partícipes. No quiere irse solo, sino que quiere llevarse con él todas sus vivencias y quiere que las conozcamos. Quiere invitarnos a su  muerte a través de su propia vida, y sube y baja sin atreverse a entrar al cielo sin antes cerciorarse de que nos ha hecho igual de felices a como él lo ha sido.

Es un continuo trasiego de viajes entre el cielo y la tierra, sabiendo que llega su hora y se resiste a dejar lo mucho que ha vivido aquí en el suelo, quiere llevarse si ha de irse sus mejores recuerdos, y para ello nos muestra un sueño en forma de carnaval y de fiesta donde nos hace cómplices de su propia ilusión. La convicción es tal que nos la creemos, y mientras bailamos y cantamos, nos reímos con él, nos mete en la propia fiesta de su vida nos va dejando pinceladas de lo dura que ha sido y una cierta nostalgia entrevemos en sus ojos.

Nos rodea de sus mejores amigos, perfectamente entregados, nos los regala por unos minutos y nos convencen con su confianza y su propia perfección. Arriesgan, vuelan, transgreden, escenifican el riesgo por lo bello dándonos lo mejor de sí mismos. Hay momentos en que incluso nos hacen sufrir, como cuando se lanzan a unas simples manos que les recoja después de haber volado por el mismo cielo, es lo más cercano al “Paraiso” que jamás se haya podido contemplar,  el sentirte cogida después de volar sobre el vacío y notar que unas manos fuertes te aprisionan y no te dejan vencer a quince metros de altura.

  Nada más entrar al funeral nos regalan un disfraz  a cada uno, como si de un baile de máscaras se tratase y nos trasladan dos siglos atrás sin movernos de nuestro asiento, yo me elegí  el del payaso blanco que abría el desfile y no pude evitar perder de vista su sonrisa en toda la noche, y así cada uno elegimos  el que quisimos, todos estaban allí, junto a nosotros para poder elegirlos, cercanos, corriendo y paseando entre nosotros, los podíamos tocar.

 Las luces, la música nos amenizó el viaje hasta aquel universo de arte, de excelencia, de esfuerzo, de creatividad en un viaje sin retorno hasta que se encendieron las luces; mientras,  en nuestro viaje  utilizamos distintos medios, camas que se elevan, bicicletas que vuelan, lámparas que nos atrapan mientras distintas hadas nos vigilan desde arriba y custodian nuestros sueños.
  
Pude ver a través de mi viaje a esa pareja  que danzaba acrobáticamente o esa pareja de enamorados liliputienses cantar a la luz de la luna, o a Valentina viajar en globos gigantescos impulsada por manos inocentes, o aquella marioneta que cobraba vida. Las viejas canciones en inglés o en italiano, al grandullón que hacía de tenor, pero sobre todo la sonrisa de aquel payaso cada vez que se escapaba del cielo para volverse aquí con nosotros  de nuevo. 

Como resistiéndose a morir.

viernes, 12 de agosto de 2011

LA SÉPTIMA OLA



Las primeras seis son previsibles y equilibradas. Se condicionan unas a otras, se basan unas en otras, no deparan sorpresas. Mantienen la continuidad. Seis intentos, por más diferentes que parezcan vistos de lejos, seis intentos... y siempre el mismo destino.

Se hace añicos el espejo y saltan todos los trozos por el aire. Nunca imaginamos como sería más abordamos la esperanza de que la siguiente sea la definitiva, la verdadera. Nos acostumbramos a verlas venir de forma pausada, tranquilas, inofensivas y apenas nos sorprenden, no dejamos de mirarlas y tentamos nuestra curiosidad hasta hacernos muy amigos de ellas. Convivimos en un mar en calma que se hace costumbre hasta que un día se nos abren los ojos y nuestro corazón se alerta. Un espejismo despierta  nuestra monotonía y descifra códigos desconocidos e inusuales, se abre un extraño apetito a lo distinto y pensamos si nuestra calma no se sentiría amenazada en cierto modo por la siguiente. Que nos deparará, o que esperamos que nos depare, será igual, o tal vez diferente, la esperamos en la orilla o reaccionamos y vamos a su encuentro. Algo nos inquieta y no sabemos pararlo, o tal vez no queramos pararlo.

Pero…  ¡cuidado con la séptima ola! La séptima es imprevisible. Durante mucho tiempo pasa inadvertida, participa en el monótono proceso, se adapta a sus predecesoras. Pero a veces estalla. Siempre ella, siempre la séptima. Porque es despreocupada, inocente, rebelde, barre con todo, lo cambia todo. Para ella no existe el antes, sólo el ahora. Y después todo es distinto. ¿Mejor o peor? Eso sólo pueden decirlo quienes fueron arrastrados por ella, quienes tuvieron el coraje de enfrentarla, de dejarse cautivar.

De caer en su tentación, de valientes o de cobardes, de inseguros o decididos, nos seduce y nuestro cuerpo empieza a temblar, a sospechar de cimientos que se caen y que antes parecían eternos, de túneles interminables donde recoger atisbos de felicidad. Estar allí, en el momento justo y  preciso para dejarte llevar por ella. Sin miedos, ni culpas, sin mirar atrás, deslizarse sobre ella hasta donde te lleve. Arriesgar o soñar con ella, esperarla siempre y convencidos de que algún día llegará como la salvación de aquel prisionero a quien Lissette arrastró su balsa de cocos al mar….

“ después de que seis olas rompan en la orilla llega la séptima, y esa trae siempre muchas sorpresas…”

A veces llegan,  otras nos pasamos la vida esperándolas, otras tal vez no las necesitemos, o quizás a veces hasta pensemos que no existen y que solo se trata de una mera ilusión de todo. Y si nos atrevemos y nos lleva hacia una orilla en calma donde todo esté ahí y donde todo siga el curso de la misma ola?.... Tal vez así se podría vivir mejor, o cuando menos, como decía Glattauer,  dormir mejor.

jueves, 4 de agosto de 2011

HACE MUCHO FRIO



    Amanece, y hace frio, mucho frio. Apenas he podido dormir, menos mal que tuve suerte y pude meterme aquí en este rellano. Sé que me buscan y tengo miedo.  Apenas he comido nada desde ayer, solo huyo y no sé hacia donde voy.  No quiero mirar atrás, no quiero eso aunque tampoco sé lo que quiero. Mis amigos parecen muy felices, tienen su libertad y se lo pasan bien. Siempre he querido ser como ellos. Supongo que ser independiente y hacer lo que me apetezca en cada momento.

Me tiraría las horas aquí delante de esta pantalla, me traería un bocadillo y seguiría, hablaría con todos y quedaría para conocer gente. Ahora lo puedo hacer. Aunque no estoy tranquila. Hoy he quedado con un chico nuevo que he conocido, se llama Samuel, pero no vive aquí. Luego cogeré el autobús y me iré a verle, tengo su teléfono. Espero que nadie me vea, iré con cuidado.

Bueno, creo que nadie me ha visto, he desconectado el móvil porque no para de sonar y no quiero rallarme más de lo que ya estoy. Hemos quedado en que cuando estuviese llegando le mandaría un mensaje. “ya stoy llegando a las 7 en la parada kiero verte”. Espero acordarme de su cara, solo he visto su foto una vez, y parece muy guapo.

Estás loca, es lo primero que me dijo, nos reímos, y nos vamos andando por toda la ciudad, no deja de insistir en que estoy loca, me dice que estoy muy buena y le digo que él también. Tiene la misma edad que yo, también quince, pero es muy guapo.  Me dice que vayamos a su casa que sus padres no están hoy. Allí picamos algo de la cocina. Nos enrollamos. Nos volvemos a conectar y saludo a mi amiga, le digo que ahora no puedo hablar mucho que ya me pondré en contacto con ella, me dice que todo el mundo está preguntando por mí, eso me pone nerviosa y prefiero dejar el ordenador.

Nos sentamos en el sofá y nos volvemos a enrollar. Hablamos un poco de toda esta locura pero no tengo muchas ganas de hablar, ni de pensar. Conecto el móvil, leo todos los mensajes, veo todas las llamadas, y lo vuelvo a apagar. Nos tomamos unas cervezas, fumamos. Al final, casi nos colocamos. El se mete n el pc y se pone a hablar con sus amigos, les dice que estoy con él y que él no saldrá esta noche. Nos acostamos juntos, y nos volvemos a enrollar. Me dice que nos tenemos que levantar temprano porque sus padres llegarán a las nueve.

A las siete nos despertamos, nos vestimos y nos vamos, él me acompaña a la estación de autobuses, el próximos sale a las tres de la tarde. Me dice que se tiene que ir, que luego le llame. Me quedo sola en la estación, no para de pasar gente, y tengo miedo de que me reconozcan. Compro el billete, y me voy a darme una vuelta, tengo tiempo. Me dedico a mirar escaparates, no me queda mucho dinero, mi abuela no tenía mucho esta vez, y lo que le pude coger a mi madre, ya casi me lo he gastado. Entro en un bar, y me compro un bocadillo, será lo único que coma hoy.

Me vuelvo para mi pueblo. De nuevo tengo que esconderme. He quedado con una amiga, y me ha dicho que vaya para su casa, pero no estoy segura, creo que avisará a mis padres. Prefiero pasar hoy el dia sola, a ver lo que pasa. Me voy a la playa andando, lejos, donde nadie me vea, hasta que anochezca. Estoy cansada, hoy hemos dormido poco, y casi me quedo dormida en la arena. Ya son las doce, y esto está muy oscuro.

De nuevo vuelvo al mismo portal de anoche, la puerta no se puede cerrar, me subo a la terraza, y allí en el rellano, me siento a ver si puedo dormir. Me despierto cada vez que se enciende la luz, de nuevo hace frio. Mucho frio. Pienso en lo que estoy haciendo, me acuerdo de mi hermana, tengo hambre y frio, mucho frio.