viernes, 12 de agosto de 2011

LA SÉPTIMA OLA



Las primeras seis son previsibles y equilibradas. Se condicionan unas a otras, se basan unas en otras, no deparan sorpresas. Mantienen la continuidad. Seis intentos, por más diferentes que parezcan vistos de lejos, seis intentos... y siempre el mismo destino.

Se hace añicos el espejo y saltan todos los trozos por el aire. Nunca imaginamos como sería más abordamos la esperanza de que la siguiente sea la definitiva, la verdadera. Nos acostumbramos a verlas venir de forma pausada, tranquilas, inofensivas y apenas nos sorprenden, no dejamos de mirarlas y tentamos nuestra curiosidad hasta hacernos muy amigos de ellas. Convivimos en un mar en calma que se hace costumbre hasta que un día se nos abren los ojos y nuestro corazón se alerta. Un espejismo despierta  nuestra monotonía y descifra códigos desconocidos e inusuales, se abre un extraño apetito a lo distinto y pensamos si nuestra calma no se sentiría amenazada en cierto modo por la siguiente. Que nos deparará, o que esperamos que nos depare, será igual, o tal vez diferente, la esperamos en la orilla o reaccionamos y vamos a su encuentro. Algo nos inquieta y no sabemos pararlo, o tal vez no queramos pararlo.

Pero…  ¡cuidado con la séptima ola! La séptima es imprevisible. Durante mucho tiempo pasa inadvertida, participa en el monótono proceso, se adapta a sus predecesoras. Pero a veces estalla. Siempre ella, siempre la séptima. Porque es despreocupada, inocente, rebelde, barre con todo, lo cambia todo. Para ella no existe el antes, sólo el ahora. Y después todo es distinto. ¿Mejor o peor? Eso sólo pueden decirlo quienes fueron arrastrados por ella, quienes tuvieron el coraje de enfrentarla, de dejarse cautivar.

De caer en su tentación, de valientes o de cobardes, de inseguros o decididos, nos seduce y nuestro cuerpo empieza a temblar, a sospechar de cimientos que se caen y que antes parecían eternos, de túneles interminables donde recoger atisbos de felicidad. Estar allí, en el momento justo y  preciso para dejarte llevar por ella. Sin miedos, ni culpas, sin mirar atrás, deslizarse sobre ella hasta donde te lleve. Arriesgar o soñar con ella, esperarla siempre y convencidos de que algún día llegará como la salvación de aquel prisionero a quien Lissette arrastró su balsa de cocos al mar….

“ después de que seis olas rompan en la orilla llega la séptima, y esa trae siempre muchas sorpresas…”

A veces llegan,  otras nos pasamos la vida esperándolas, otras tal vez no las necesitemos, o quizás a veces hasta pensemos que no existen y que solo se trata de una mera ilusión de todo. Y si nos atrevemos y nos lleva hacia una orilla en calma donde todo esté ahí y donde todo siga el curso de la misma ola?.... Tal vez así se podría vivir mejor, o cuando menos, como decía Glattauer,  dormir mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario