martes, 27 de septiembre de 2011

UN NUEVO ESPEJO



  Había puesto un espejo nuevo. Tras varias semanas intentando adaptarse a su nueva vida, empezó a salir. Lo había pasado mal, se había ocultado del mundo y solo la rutina de su trabajo la mantenía en contacto con los demás. Se aisló en su casa, se dedicó a leer y a pensar, a escribir y a olvidar. Durante los primeros días le estuvo llamando insistentemente, pero nunca le cogió el teléfono, le vió rondando la puerta de su casa de madrugada y no le dijo nada. Queria olvidar, se sentía culpable y no preparada para nada, había sufrido y solo quería cambiar.

Desde que aquella noche pegó aquel portazo, nunca supo nada de él. Le llamó varias veces, porque aún tenía algunas pertenencias en su casa, y porque quería saber de él. Nunca le cogió el teléfono, ni supo por donde andaba, ni hacia donde había dirigido sus pasos, donde vivía o que era de él. Había empezado a preocuparse.

Si algo aprendió en aquellos días fue a darse cuenta de que no le quería. Si había sido capaz de enamorarse de otra persona que apenas conocía, con esa facilidad y sin apenas haberle importado su pasado, era que había descubierto que su vida había sido pura escena. Pero ahora estaba aprendiendo  que le había cogido cariño, y que quería saber, quería hablar con él, mantener al menos una buena amistad. 

Había desaparecido de su vida, casi sin darse cuenta. Pensaba mucho en él, y lloraba escondida tras los recuerdos. Lloraba escondida tras el recuerdo de aquella escena y cada vez que volvía a ella un soplo de culpabilidad le atormentaba. Sabía que lo había hecho mal, y le hacía sentir mal. Solo querría hablar con él, aunque solo fuese una sola vez.

Había quedado aquella noche con dos compañeras de trabajo  para cenar y tomar una copa. Se arregló, hacía mucho tiempo que no lo hacía. Le vino bien, cenaron, bailaron, conocieron gente nueva, y llegó de madrugada algo bebida. Pero lo había pasado bien. Las siguientes semanas volvieron a salir de manera asidua, y de nuevo empezó a sonreir. Se sentía bien, se sentía libre…. Por momentos, había dejado de pensar en ellos, aunque no pudo evitar caer en la tentación de sus propios recuerdos.

 Descolgó el teléfono y marcó el número. Diga?. Le contestó. Dígame… Era la primera vez que se lo había cogido, se quedó en silenció, y colgó. Por fín había podido al menos oir su voz y se sintió más tranquila. Esa tarde, volvió a la vieja taberna, y se volvió a sentar en la misma mesa, sonrió al camarero que se había quedado sorprendido, y esperó. Al rato le vió pasar, iba acompañando a su hermana, y otra mujer les acompañaba, les vió pasar y un vuelco le dio el corazón. Vió como su mundo se venía de nuevo abajo, sintió una sensación agria y punzante, como de dolor, o tal vez resignación, quizás liberación. Llamó al camarero, y le pidió un whisky.
 
Se marchó a casa, esa noche  estaba triste, quiso leer y no pudo, intentó ver televisión y se aburría, llamó a su amiga para salir pero ésta no podía. Se sintió sola. Hacía muchas semanas que no percibía esa extraña sensación. Subió la escalera despacio, y se colocó frente al nuevo espejo. Se quedó mirándose un buen rato, en silencio, sin poder moverse. Escuchó al silencio, y esta vez le oyó, ahogarse en él entre esas paredes, quiso gritar pero ningún sonido salió de su boca. Abrió el grifo de la ducha, y se dejó empapar del agua caliente. Se preparó algo de cenar y se sentó frente al ordenador.

Abrió el chat, cuando de pronto, apareció en su pantalla aquel sencillo “hola”. Le contestó, aquella noche tenía ganas de hablar con alguien.  Hola……

No hay comentarios:

Publicar un comentario