Hoy nos han vuelto a levantar a las seis y media, entre voces nos han hecho recuento, cinco minutos para el aseo personal y veinte para desayunar. Leche aguada y dos galletas. Hemos limpiado la celda y ya nos salimos al patio. Hacía mucho frio. He hablado con Martín y me ha contado una nueva historia, hemos fumado mucho. Los otros han jugado un partido para calentarse.

Pasan las horas sin sentido, miramos al cielo de vez en cuando, y pensamos en los pájaros que sobrevuelan por encima de nuestras cabezas, hacia donde se dirigirán, a veces pienso, me da miedo utilizar la palabra, pero la deseo tanto, quiero verte y cuento las horas que quedan para el próximo bis, te necesito y necesito saber que estás bien. Te echo de menos.
A la una nos han dado de comer, acelgas en caldo con patatas y una naranja, no nos podemos quejar, nos han dado dos horas de descanso y hemos vuelto a talleres. Hoy hemos estado limpiando herramientas y adecuando un poco el taller porque mañana tenemos que seguir con el marco de doble bisel especial que nos han encargado. Alli, el tiempo pasa más rápido, es el tiempo bueno del día. Volví a salir al patio, y de nuevo estaba esperándome, hemos estado un rato de nuevo hablando.
A las siete, hemos ido a cenar. Un bistec de cerdo rebozado con patatas. Nos hemos fumado unos cigarrillos, y a las ocho y media, ya estábamos de nuevo aquí. El día ha terminado, hasta mañana, y ahora me llega lo peor, encontrarme con tu fotografía, el boli y el papel en blanco en el que te escribo. No pasa ni un minuto que no me acuerde de ti. Se me clava cada minuto que no te veo en el corazón, y siento que el tiempo no me perdonará nunca esta distancia.
Los días no difieren, pero aún así no dejo ni un solo día de escribirte. Algún día te las entregaré todas, y oirás todo lo que en este tiempo no te pude decir. Las paredes no me hablan, la soledad me acerca más a ti y los recuerdos me chillan en los oídos hasta ensordecerme, casi me estoy volviendo loco, por eso te escribo.

Sabes? Cada mañana se posa un gorrión en esta ventana desde donde te escribo, se posa, y se queda un ratito, luego se marcha, y al día siguiente vuelve. Así todos los días. Yo creo que sabe lo que escribo, y que parte cada día para llevarte mis letras hasta tus ojos, y de vuelta me lo mandas cada día. Es mi mensajero para ti, y si un día no lo veo, me quedo muy pensativo. Cuando vuelve sonrió, y creo que él me mira y también sonríe. No se posa en ninguna ventana nada más que en ésta, cada día.
Es tarde, apenas puedo ver, y solo pienso en cerrar los ojos para encontrármelo mañana de nuevo ahí, y que te haga llegar estas pocas palabras. Te echo de menos. Hasta mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario