Se había enamorado sin querer. Un día cerró los ojos ante el dolor y la rabia le lanzó a sus brazos. Sin querer le descubrió y empezó a salir poco a poco de aquel pozo en que se había metido. Comenzó a vivir, empezó una cuenta atrás a la que no puso fin, esperó y esperó a que pasaran los días e inició el difícil equilibrio de sostenerse entre dos mundos paralelos. A caballo entre la mentira y la ilusión, entre la hipocresía y el dolor. Cerró los ojos y siguió hasta donde llegara.

La comprendió, y todo siguió como antes. Ella se sentía bien así, no quería perderle y aunque la razón de aquel origen había cambiado no le importó en absoluto. No quería engañarse más, nadó entre el cariño y el amor con los ojos cerrados sin saber distinguir, luchó contra sí misma y apenas se percató de que su herida cada vez iba sangrando más y dejando huellas por donde pasaba.
Esa noche, le pidió hablar, estaba decidida a contárselo todo. Él la escuchó en silencio y conforme iban saliendo palabras de aquella boca su rostro se iba desencajando, primero fue la ira, después la rabia, después el dolor, para terminar haciéndose cientos de preguntas que jamás le salieron de su boca. Callaba y su rostro permanecía triste. Dí algo, por favor, le suplicó. No podía, no sabía, no se atrevía…..
Esa noche, no dijo nada, no podía. Cogió unas pocas cosas y se marchó de allí. Sin rumbo, perdido, no importaba, solo quería salir de allí, alejarse…
Ella se quedó rota, destrozada. Oyó aquel portazo con dolor, con mucho dolor, oyó un extraño ruido procedente de la planta de arriba, era el último trozo del espejo roto que había terminado de caer con aquel portazo. Ya no podría verse, ni mirarse, ni quedarse minutos observándose…. El espejo estaba totalmente roto en mil pedazos esparcidos por el suelo.
No sabía si lo que sentía era lástima, pena, dolor, rabia o vergüenza, no quería pensar, esa noche no. Sonó el móvil, era él. Le contó todo lo sucedido tranquilamente y recibió bonitas palabras de amor y consuelo, le prometió de nuevo las mismas cosas, le preguntó si quería que se viesen en ese momento, y le dijo que sí.

No me encuentro bien, llévame a casa. Estoy nerviosa, te quiero, pero necesito que no nos volvamos a ver durante un tiempo. Sé que me va a costar mucho pero es lo que quiero en este momento. Quiero, necesito estar sola. Sé que tú no tienes la culpa de nada, pero yo sí que me siento culpable de muchas cosas, incluso de dudar de ti. No pensaba que su marcha me fuese a afectar tanto, y estoy muy jodida. Estoy contigo en este momento, debería estar contenta, pero no lo estoy, al contrario, estoy triste, he soñado con este momento muchas veces, cientos de veces, y ahora que por fín lo tengo, no estoy segura de nada, ni siquiera de ti, no estoy segura de mí misma, no estoy segura de nada. Llévame a casa, por favor….
No se dirigieron la palabra en el trayecto. Estaban serios. Cuando llegó le dio un par de besos en la mejilla sin decir nada…. Adiós, logró a decir, mientras cerraba la puerta.
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