miércoles, 29 de junio de 2011

MAR EN CALMA


   Hacía días que no escribía nada, tantos como casi una semana.  Esta ventana al viento os ha hablado muchas veces de las cosas que nos pasan, de lo que pensamos…. Es como una película que va apareciendo en pantalla fotograma a fotograma. Lo mismo es que en ciertos momentos pensamos  en hacer de la vida una película, o es que  lo mismo a veces las escenas que vivimos son tan intensas que casi las vivimos al tiempo que las leemos o escribimos. Todo tiene su verdad en realidad….

Ni que decir tiene que las noches ya no son iguales, ni que los días engañan  mis minutos a la espera de que ocurra algo, ni de que el tiempo sigue enfadado conmigo. Hace una semana que describíamos viajes a través del tiempo, hablábamos de maletas guardadas en armarios olvidados, incluso soñábamos con escribir preciosas cartas de amor.  Nos tirábamos las horas pensando y dando vueltas a la cabeza, había días que no teníamos ganas de hacer nada o nos conformábamos  con  irreversibles realidades. El tiempo siempre suele ser sabio aunque no lo reconozcamos y purifica a la par que quema a veces en hogueras preparadas recuerdos que nos encadenan. Pero la realidad aún irreversible es la que es, y de la que vivimos y nos alimentamos cada día. De la que aprendemos, sí, cada día.

De la misma forma que el mar, al que recurrimos frecuentemente en éste espacio tiene sus días bravos y tiene sus días tranquilos, y se enfurece enviándolos  galernas mientras suelta toda su fuerza en nuestro rostro como rechazando nuestra compañía y prefiere estar solo sin que nadie le moleste o  nos abraza en noches de calma y luna llena como suplicando nuestras caricias o jugando con nuestros pies mientras caminamos descalzos por la arena, y lo vemos venir, y alejarse para volver a venir una y otra vez.

Es así de caprichoso el mar como la misma vida, a veces te lo beberías o lo acariciarías y otras veces  te da miedo. Todo se relativiza con el tiempo y siempre después de grandes tempestades vendrán preciosos días de calma, que nos envuelvan de nuevo en su inmensidad y su belleza.  Es la gráfica  que siempre  nos acompaña y nos hace crecer, la que nos enseña y nos indica el porqué de muchos de nuestros movimientos,  la que nos recuerda que vivimos en función de magnitudes o variables,  dependientes o independientes, continuas o discontinuas y nos movemos en nuestros días a base de máximos o mínimos.  En la búsqueda de nuestro propio equilibrio oscilan nuestras coordenadas como una balanza frágil que necesita días de peso y contrapeso para poder llegar a eso que llamamos felicidad.

Son horas de vestidos de verano y cenas al fresco en el porche, de helados y ensaladas, de paseos por la playa mirando el mar en calma, precioso y envolvente bajo la atenta mirada de la luna o de ver dispararse hacia el cielo un sinfín de fuegos artificiales, verlos abrazados desde la terraza y perdernos en la noche acompañados de miles de estrellas.

 Son horas de no pensar en  nada, como agotados de tan alta música o torrenciales lluvias, de sueños inacabados o interminables silencios  ahora solo se cuentan las horas para otro nuevo viaje, esta vez ligero de equipaje y con destino al sol, con destino al mar. 

A ese precioso mar en calma.

Creo que quiere que descalzos sobre la arena, juguemos con él, y lo veamos venir, y lo veamos  alejarse para volver a venir una y otra vez.

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