“Viste la irreversible realidad.
Nunca te pareció tan cristalina.
De repente, todo vuelve a ser oscuridad.
Ya has muerto en tu mundo.
No desesperes.
Te queda el consuelo de vivir en el de los demás.”
Hace algunos años, una amiga me regaló un libro, y en él, en la primera hoja me escribió esta dedicatoria. Pocos años después, esta amiga murió, apenas tenía treinta años. Esas palabras siempre permanecieron en mi memoria y he tenido que echar mano de ellas durante muchas veces a lo largo de mi vida. Hoy he vuelto a coger el libro de la estantería, y lo primero que he visto ha sido su dedicatoria. El libro empieza con el siguiente texto de Lewis Carroll: “ Así se hizo la historia del país de las maravillas: así, lentamente, uno a uno, fueron forjándose sus extraños sucesos y ahora la historia está hecha…”.
Me he acordado de la irreversible realidad, de la claridad con que vemos a veces las cosas después que nos han sucedido, de las innumerables dudas e indecisiones que he tenido a lo largo de mi vida, de las maravillosas experiencias vividas y de la cantidad de errores que habré cometido. Posiblemente la suma de todos esos errores, experiencias, dudas, una a una, me tengan a mí como resultado. Posiblemente, detrás de cada error o experiencia, en algún momento me haya encontrado leyendo de nuevo las palabras que me dedicó mi amiga. Me animaba a la esperanza, me decía que aunque una parte de mí en ese momento estuviese muerta, aunque me encontrase desanimado o me sintiese culpable, aunque todo pareciese oscuridad, que siguiese hacia delante, ya que la realidad era irreversible y no tenía marcha atrás. De todo aprendí, pero no lo suficiente como para no volver a caer en nuevos errores. Creo que no existiría sin mis propios errores y que jamás me reconocería sin ellos, de la misma forma que no existiría sin mis vivencias o experiencias. No es consuelo, porque a veces con esos errores hacemos mucho daño a personas que queremos, daño también a veces irreversible como la misma realidad. No es consuelo, porque muchos de esos errores a veces han sido originados por mi propio egoísmo sin tener en cuenta el mundo de los demás. No es consuelo, porque todas las vivencias también me enseñaron a cometer menos cada día y a disfrutar más de las nuevas experiencias y de los demás.
A veces, nos damos cuenta tarde, cuando ya no es posible revertirlo, aprendemos de ellos una y otra vez, pero seguiremos cayendo. Porque tenemos que caer y no es consuelo, es parte de nuestra imperfección, en la esperanza de no volver a caer radica la búsqueda de nuestra propia felicidad y de la de los demás, de la misma forma que sumamos experiencias bonitas y forjamos nuestro carácter para no volver a cometerlos. A veces, las lecciones son tan duras que nos marcan de por vida, y a veces, las experiencias tan intensas que jamás se podrían olvidar, pero no podemos parar, tenemos que seguir. Porque en realidad vivimos en el mundo de los demás.La realidad puede ser cristalina, o puede ser oscuridad, podemos morir en nuestro mundo como muchas veces o podremos siempre vivir en el de los demás. De páginas enteras podríamos rellenar el libro de nuestra vida, no nos hartaremos de leer y de escribir nuestra historia y al final de todo, en el último capítulo cuando nos hayamos conocido mejor y hayamos aprendido de nuestros errores y disfrutado de nuestras experiencias habremos descrito el país de las maravillas. Porque nuestra realidad también habrá sido la de los demás.
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