Pues qué quieres que te diga. No es lo mismo. Nada que ver. Me solía levantar con una sonrisa y me vestía casi bailando, me duchaba cantando y desayunaba hablando con todo el mundo. Hoy parece que es un día más, como si fuese martes o jueves. La misma rutina, las mismas cosas, es como si la semana se alargase un día más. Pero es sábado, y aunque trabajes, parece que al ser sábado tienes menos ganas de hacer nada. Pues lo mismo. Solo que antes, otras veces, miraba a menudo el reloj y echaba números, ya solo quedan tres horas, dos, nada, lo miraba y a los cinco minutos lo volvía a mirar como si no me acordara que ya lo había mirado cinco minutos antes. Se ve que siempre andaba con un poco de prisa.

Ya son menos veinte. Otras veces, casi me empezaba a poner nervioso, comenzaba la marcha atrás, casi que ya me daban ganas de cerrar, pero bueno, no queda nada pensaba, me satisfacía el saber que había aguantado toda la mañana y que para lo que quedaba ya podría aguantar. Ahora no, ahora estoy deseando que lleguen las dos para irme a comer y, bueno, salir de aquí. Pero la verdad es que me da un poco igual, salir a las dos, que a las dos y veinte, o cerrar ya. Pienso que es temprano para comer, pero si no como, pues como si tampoco pasara nada. Total, me da un poco lo mismo.
Esa es la diferencia, otras veces, no comía o no me importaba no comer, porque tenía la excusa de verte un poco antes, de llegar antes donde estabas, y la verdad es que tampoco pensaba mucho en la comida, solo pensaba en tí. Ahora es distinto, pienso en lo que hace la gente normal cuando llega a esta hora y me digo, pues comer, y entonces hago como todo el mundo en su rutina diaria, comer. No, no es lo mismo.

Hoy es todo como más vulgar, todo me parece prescindible, muy previsible. No es sábado es inercia, es dejar el cuerpo inmóvil y que haga lo que quiera, como si todo te diese igual. Creo que es falta de motivación o falta de ilusión. Antes no, antes vivíamos aceleradamente. Nos arreglábamos para ir a tomarnos un café, o discutíamos si nos íbamos a la playa o ver alguna película, dudábamos si lavar el coche o permanecer abrazados en ese sofá, era distinto, compartíamos el tiempo y todas las cosas que iban surgiendo. Lo que hacíamos, poco o mucho, era agradable, lo hacíamos porque en ese momento nos apetecía. Pensábamos en las cientos de cosas que podríamos hacer o nos apetecía. Pero ahora no, ahora las cosas que haces no sabes ni porqué las haces, pero creo que hoy las cosas las hago sin pensar, simplemente por hacerlas, o tal vez porque todo el mundo las hace cuando llega esa hora. No, no es lo mismo. No tiene nada que ver.
No es lo mismo un sábado sin tí.
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