miércoles, 5 de octubre de 2011

LA ETERNIDAD DE UN INSTANTE


     No pudo quitar los ojos de aquella puerta. Callaba, mientras él le hablaba… ni le escuchaba, impaciente, de pronto vió la figura de la mujer que le había acompañado salir de aquel ascensor, iba sola, parecía tener prisa y parecía bastante nerviosa, con los ojos humedecidos como de haber llorado, salió casi corriendo y atravesó el hall enfilando hacia la puerta de entrada del hotel. Se quedó unos segundos mirando de nuevo hacia la puerta de aquel ascensor en espera de que apareciese él.  Por allí nadie aparecía. Que extraño parecía todo, de nuevo se lo volvió a imaginar arriba, en cualquier habitación, pero ahora solo, posiblemente triste tras haber discutido, porqué lo habrán hecho, habrá tenido ella algo que ver.

Se mostró alterada, nerviosa, le pidió disculpas, pero no pudo evitarlo. Aquello estaba siendo demasiado embarazoso, estaba allí con él físicamente después de haber recorrido cientos de kilómetros y su mente estaba en la puerta del ascensor, inquieta, expectante, nerviosa.  Esperaba que de un momento a otro apareciese por aquella puerta, que le dijese algo, que la mirase, por un segundo se quedó mirándolo, de nuevo un lo siento, pero no podía evitarlo. Por un momento, no sabía que estaba haciendo allí con aquel desconocido, pensó que no había sido un buen momento, sabía que lo estaba haciendo todo rematadamente mal, que todo le estaba saliendo mal, le miraba y no sabía lo que pensar, estaba muy nerviosa, y sin quitar la vista en la puerta de aquél ascensor.

Por fín se abrió. Y le vió salir.

Cruzaron sus miradas. Él se dirigía hacia ella, se puso nerviosa. Angel le preguntó si le conocía, si, le contestó. Cuando faltaban apenas unos metros para llegar a su mesa, se sentó en una mesa cercana y llamó al camarero. Ella no sabía lo que hacer. Lo siento, acertó a decir. Que está pasando obtuvo por respuesta. No lo sé, esto es surrealista, discúlpame.

Se tranquilizó, y empezó a contarle todo, así él entendió la casualidad pero no logró entender su reacción, estaba claro que le había puesto muy nerviosa, y él no sabía lo que hacer allí. Se sentía extraño y perdido en medio de una historia que apenas conocía. Intentó explicárselo todo, despacio, pero no podía evitar dirigir su mirada hacia la otra mesa. Él también la observaba, como queriéndole decir algo, parecía como si ambos estuviesen deseando comunicarse, decirse algo, se buscaban con la mirada, pero estaba Ángel.

 No podía dejarlo colgado. Te voy a pedir un favor, le dijo. Esto es una situación incómoda para los dos, creo que necesito hablar con él aunque solo sean cinco minutos. Te prometo que cuando hable con él nos vamos de aquí, pero necesitaría que nos dejases solos un momento.

De acuerdo, le contestó, sin entender nada. Me voy a dar una vuelta, y en media hora vuelvo, le dijo levantándose de su sillón y dirigiéndose hacia la puerta.

Allí se quedó ella. Nerviosa y sin dejar de mirarle. No sabía si debía acercarse, o esperar un poco. Llamó al camarero y se pidió un nuevo whisky.  Pasaron unos minutos y ninguno de los dos se atrevía a dar el paso. 

Con su cabeza agachada, intentando disimular su azoramiento miraba de reojo aquella mesa. Su corazón se aceleraba por momentos, y se acordaba de que tenía que hablarle, lo necesitaba. Suspiró y se disponía a levantarse para dirigirse hacia su mesa, cuando le vió a él levantarse. Cogió su vaso y se acercaba a ella.

De nuevo, sonó el móvil desde dentro del bolso…..

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