jueves, 6 de octubre de 2011

LA PENÚLTIMA HABITACIÓN

  Había sido su refugio. El hombro sobre el que ahogaba su soledad, el espejo que le devolvió la luz y la persona sobre la que había empezado a edificar un mundo nuevo, una nueva vida. Había sido feliz con él, le había querido y llegó un momento en que estaba dispuesta a dejarlo todo. Él le había devuelto la sonrisa perdida.

La echaba de menos. Nunca entendió aquello, tampoco le pidió ninguna explicación, todo en ella había sido prohibido, los minutos, los momentos, las citas….. todo en ella era efervescente, surgía de la nada chispeante como sus ojos, pero había conseguido un equilibrio que antes nunca había conocido, le hacía sentirse seguro, querido. Siempre supo del peligro que entrañaban aquellas miradas, aquellas manos y supo adaptarse al riesgo de lo efímero. Pero le había cogido cariño.

El deseo le estaba haciendo olvidar ese extraño día, se le estaba empezando a revivir viejas escenas, sensaciones, maravillosos momentos. Estaba cansada, pero no dejaba de mirarle ni un instante. Le deseaba. Estuvieron hablando como dos horas, como antes, acercándose a sus días robados al tiempo y por primera vez se les vió sonreir. De nuevo empezó a mirarlo con complicidad, con deseo, pensó en ahogar todas aquellas palabras en el vaso y que se recogiese la voz de los dos por un instante, que desapareciesen las palabras de una maldita vez . Él le cogió la mano con suavidad.

_ ¿Cogemos una habitación?
_ Si….

No dudó ni un instante. Le deseaba. Deseaba volver a besarlo, apretar su cuerpo contra él y cerrar los ojos sin mirar el reloj. Nerviosos, se dirigieron a recepción, y cogieron una habitación, la 222.

En el ascensor, no se hablaron. Ella sonrió acordándose de esa puerta. Estaba nervioso, sabía que antes había subido con otra persona y ella lo había visto. Como si se cruzaran los pensamientos y se dejaran al descubierto, ambos sonrieron nerviosamente, torpemente.

Giró aquella llave, y se encendió la luz. Recorrió con la mirada aquella estancia, aquella cama. Se sintió incómoda por un momento. Mientras él se despojaba de su chaqueta y le invitaba a algo del minibar ella se quedó parada mirándose en aquel espejo. Suspiró de nuevo alejando viejos fantasmas, dudas…. Miró hacia él, le seguía deseando,  pero todo aquel tiempo transcurrido de coger la habitación, subir al ascensor, recorrer el largo pasillo, le había cuestionado su conciencia. Le volvió a mirar intentando volver a recordar aquellos maravillosos momentos en que se tiraban las tardes enteras haciendo el amor.


Se sentía torpe, como si durante un breve instante se hubiese convertido en un desconocido. Se acercó a él y le pidió que le besara. Dulcemente la besó, dejando caer el bolso hacia el suelo, ella permaneció con los ojos cerrados mientras saboreaba aquella boca que tanto había deseado y echado de menos.

Un rayo de luz, entró por la ventana. Se despertó y se encontró abrazada a él, desnuda. Se encontraba bien. Sin hacer mucho movimiento se levantó y se acercó a la ventana. El nuevo día empezaba a despuntar, le miró, dormía profundamente. Al ir al baño de nuevo se paró frente al espejo, y se estuvo contemplando en silencio. Dejó que las gotas se deslizasen sobre su cuerpo, que el jabón penetrase en su piel sin pensar en nada. Se vistió con sigilo, él seguía durmiendo. Cogió el bolso, y se marchó….. no sin antes, volver a mirarse en aquel espejo.

Cerró con cuidado aquella puerta, y salió todo lo deprisa que pudo de allí…..

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