martes, 25 de octubre de 2011

TODO EN UN MINUTO



  Con el vaso entre las manos y mirando a la nada a través del cristal. Aspirando el humo del aturdimiento y sin saber lo que pensar, ni a donde ir, ni lo que hacer. Bebía y fumaba sin dejar de pensar. Sentimiento de tonto o no enterarte de nada que está pasando no dejas de preguntarte,  no lo sabes solo te respondes. Te encuentras mal, jodido, hecho polvo y aún no sabes porqué. Un sorbo tras otro y la mirada perdida, desconocido sin saber porqué.

Una palabra tras otra, y no alcanzas a comprender el porqué de aquello, porqué a mí, porqué a mí  en ese momento. Tocado y hundido en pensamientos ajenos, ponerte en su lugar o cerrar los ojos y pensar en todo lo peor, impotencia o dolor, miedo o esperanza, sin evitar recuerdos pasados vividos que de forma injusta se perdieron en el tiempo y hoy por sorpresa me vuelven de golpe en forma de, en forma de….

Como dardo al corazón sin saber porqué, herido de muerte, dolorido y angustiado necesito tiempo. Tiempo que estuve sin saber de ti, ahora me lo das todo y abres la puerta un poco y sin querer me asomo y no te veo, pero leo tus palabras y oigo tu lamento, tu deseo de contármelo, ganas de que sepa, de que yo lo sepa. Porqué, me pregunto, porqué yo, porqué yo en ese preciso momento.

No lo evito, lo abro con inquietud y esperanza, emocionado y contento, quizás extrañado por el tiempo y la distancia, por las cosas que nos separaban o por las cosas que quizás nunca supimos. Por intuiciones erróneas, por deseos imposibles, por las cosas de la vida que en cada momento nos indican donde y cómo, o quizás mañana, o ahora es el momento. Nunca piensas, solo esperas, olvidas, o sigues viviendo, acordándote de ella y alegrándote leer su nombre por algún descuido en algún rincón.

Como una flecha directa hacia mí se abrieron aquellas palabras, las tuyas. Certeras, dolorosas, importantes, quizás las lanzaste al aire pensando en si tal vez las cogería, las agarraría y con ellas qué haría te preguntarías. Acepté el trato de abrirlas, asentí y te dije que sí, no podría quitármelas de encima, me pesaban como una losa, las recogí y me fui allí, hacia aquella mesa, donde ahora me encontraba mirando a la nada a través de aquel cristal, bebiendo y fumando, pensando en ellas. Cual tonto me sentía sin saber lo que decir, ni lo que pensar, solo me dolía y necesitaba hacer algo, escribir tal vez, devolverte tus palabras junto a las mías y unirlas en una sola poesía, porque aquello solo podría ser poesía.

Hablaban del ayer, y del  hoy, de árboles y de viajes, de hechos, de cosas, de sueños, de dolor y de esperanza, de soledad y de viejas compañías, hablaban de amor, de silencios prolongados, de saber que estábamos ahí, al otro lado,  siempre a tiro de clic, y ese día te decidiste, y le apretaste. Quizás te temblaba la mano, quizás no. Quizás no le diste importancia, quizás solo era uno más pero lo hiciste. Y yo lo recibí.

 Estaba perdido, no me encontraba muy bien. Mis palabras fueron instantáneas, sinceras, te las devolví con acuse de recibo, y en ellas iban mis respuestas. Hacia dónde se dirigían me preguntaba en ese instante, mirando a la nada a través de aquel cristal, bebiendo y fumando.

Ha pasado mucho tiempo desde que abrí aquello, desde que tus palabras salieron de tus dedos, era así, casi como hoy era aquella tarde, fría, solitaria, rutinaria, una tarde normal, una tarde más. Al ver tu nombre, supe que aquello no era normal. Nunca lo fue. Lo pasé mal hasta  que vi que mis palabras no se perdieron en el olvido, ni en la distancia. Pero eso forma parte de la otra historia. Necesitabas que lo supiera, y lo supe. Acepté trato y aquí mis recuerdos de aquella tarde, de aquel clic.

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