martes, 13 de noviembre de 2012

LA HUELGA


    Corría el año 1978, allá por el mes de Febrero, y el invierno estaba siendo bastante crudo. Las revueltas estudiantiles estaban siendo focos de noticia en todos los diarios y el runrún era cada vez más frecuente en los pasillos de las aulas y en la cafetería. Cuando salíamos al patio, veíamos formarse grupúsculos de cuatro o cinco compañeros todos comentando sobre lo mismo. La excitación era máxima. Todos intuiamos que algo iba a pasar.  Eran esos tiempos de apertura democrática donde empezábamos a levantar un poco, solo un poco la voz. Por entonces, corrió la noticia de que un estudiante universitario había muerto en unos incidentes creo recordar que en Sevilla, y eso nos hizo pensar que las cosas se estaban poniendo francamente mal. 

    Se convocó un paro general en todas las provincias a través de algunas coordinadoras de estudiantes, y se empezó a correr la voz por todo el instituto de que teníamos que apoyarla todos. Nos empezamos a organizar por cursos y después por clases. Nos reunimos en un bajo que un compañero tenía cerca del instituto y logramos preparar un manifiesto de apoyo, que después entre una pequeña colecta que hicimos pudimos fotocopiar en una librería cercana y repartir por todo el centro. Eran una especie de octavillas donde exponíamos de forma anónima nuestro apoyo a la huelga que había convocada.

   Aquellos momentos parecían bastante tensos, sentíamos las miradas desconfiadas de algunos compañeros que intuíamos no iban a estar de acuerdo con lo que pretendíamos. Todo aquello era nuevo para  todos, pero solo el hecho de hacer algo por pequeño que fuese aunque no tuvíesemos ni idea de para qué servía nos hacía sentirnos útiles y solidarios. Habían compañeros que se habían declarado en huelga y nosotros teníamos que apoyarlos como fuese. En realidad el motivo no nos importaba demasiado, solo la necesidad de apoyarlos ya era más que suficiente y justificaba todo nuestro empeño. Más tarde nos enteramos que las reivindicaciones eran una mayor participación de los alumnos en las decisiones de los centros y el rechazo a unas tasas universitarias que habían incrementado un disparate el tanto por ciento. Yo creo que por aquel entonces, se reivindicaba todo, y no solo en el ámbito universitario. Era una época de lucha, de protestas y de injusticias, y nosotros que apenas contaríamos con unos quince o dieciseis años no podríamos mantenernos al márgen por nada del mundo.

   Algunos de esos compañeros que en el patio nos miraban de manera recelosa, fueron con algunos de los panfletos al director, Don Emilio, un señor recto de los de toda la vida y que creo que al leerlo según nos contaron montó en cólera y convocó una reunión urgente con algunos profesores y el jefe de estudios. Entre todos decidieron convocar una asamblea de padres en el salón de actos para informarle de nuestras intenciones de asistir a la huelga que se habia convocado a nivel nacional. Nos vimos obligados a comunicarle a nuestros padres que debían asistir a la reunión. A nosotros no nos dejaron asistir, tampoco hacía mucha falta ya que imaginamos lo que allí se decidiría.

   Recuerdo que en el viaje de vuelta, íbamos otro compañero y yo con nuestros respectivos en el coche e intentaron disuadirnos de la locura de faltar a clase ese día, ya que nos pondrían una falta de disciplina a todo aquel que no asistiera sin motivo justificado y que podría incidir en nuestras notas al final del trimestre. Se montó un gran debate. Eran nuestros padres, desinformados totalmente de la actualidad que reinaba en el país y perfectamente alineados con los profesores, y nosotros, empeñados en la justicia de nuestras reivindicaciones y sobre todo de hacer valer nuestros derechos como alumnos de la incipiente estrenada democracia que éramos, pero sobre todo se trataba de nuestra capacidad de decisión, de levantar nuestra voz por primera vez o tal vez de sentir por una vez la palabra libertad soplándonos en nuestro cogote. No sabría explicarlo bien, eran una sensaciones nuevas que estaba empezando a vivir y que por nada en el mundo quería dejar la oportunidad de sentir.

   El día de la huelga, todos asistimos al instituto como cualquier día, y una vez sonó la sirena, muchos compañeros se metieron a clase, seguramente asustados por las amenazas de los directores y padres;   muchos otros nos quedamos en el patio, organizamos una asamblea que ni siquiera llegamos a comenzar ya que enseguida apareció el conserje para echarnos de allí, o entrábamos a clase o allí no podíamos estar. Ya nos enteramos que habíán pasado lista en todas las clases y que en nuestro expediente figuraba con letras remarcadas la famosa falta de disciplina desde aquel mismo momento. Creo que la cosa estuvo bastante igualada, mitad y mitad. Nosotros, hicimos una asamblea en una calle adyacente donde exponíamos todas nuestras razones, y después nos fuimos a tomarnos unos vinos al Bar España. El resto de la jornada, estuvimos haciendo el vago por las calles, nos fuimos de futbolines y de paseos hasta la hora de salida de clase que teníamos que coger el autobús de regreso a casa.

     Aquello pasó.  La verdad es que no recuerdo muy bien si se consiguió que bajaran las tasas, seguramente no, pero de lo que sí me acuerdo es que por la noche en el telediario sacaron la noticia de la huelga que había habido en todo el país, y bueno, mientras la oía, la verdad es que me sentí orgulloso de ser uno de ellos. Mi madre me miraba de forma rara, pero yo estaba a otras cosas. La verdad, es que al día siguiente, al regresar al instituto, me sentía bien. Y no sabría muy bien decir porqué.

   A las dos semanas, iniciamos otra huelga, pero esta ya más pequeña. Todos los de mi clase, nos negamos a asistir hasta que no nos pusieran una estufa dentro, ya que el frío era insoportable, y al igual que los despachos del director y del jefe de estudios tenían estufa, exigimos que le dieran alguna solución o nos negábamos a asistir a clase. A nuestra clase, se sumaron otras, y por fín, obtuvimos la promesa de que en breve se colocarían estufas en todas las aulas. Ésta última huelga fué secundada por casi un ochenta por ciento de la clase, siempre hay quien no la sigue, pero bueno, ya contábamos antes de hablarlo con ello. No nos importó, creíamos que era justo lo que estábamos pidiendo, y así lo hicimos. El invierno siguiente, no pasamos tanto frío.

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