A ver… que dicho así
queda como si sólo me hubiese leído un libro en toda mi vida. Como si hubiese
sido la primera vez. Me he leído un libro, sólo uno. Un libro. Vaya
descubrimiento! Me he leído un libro! Hurra!.
Pues no. He leído más. Más de uno. En realidad he leído
muchos, no sabría decir cuantos, pero muchos. Me gusta leer y me gustan los
libros. Me gusta ir a la tienda a escogerlos, sentir lo que pesan, ver el
diseño de la portada (algunos seguramente son buenísimos, pero sólo por tener
una portada horrible ya no los compro… ea! Soy así), hojearlos, ver la
tipografía, oler el papel nuevo… Pero a ver, que no soy un ratón de biblioteca,
eh! que quede claro, ni una gafapasta fea pero leída. Soy normal, creo.
Que me voy del tema. Decía que he leído un libro.
Seguramente habría quedado mejor decir “he leído un libro que…”. Seguramente
así se habría entendido un poco mejor, pero ahora ya está el título puesto.
Y además, he oído una canción.
En este caso voy a dejar de dar explicaciones, porque son
las mismas de antes, obviamente. Aunque… las canciones no pesan, no? Bueno, hay
algunas que sí.
Y si después de haber leído un libro sobre una tía rara
(¿rara?, no, tampoco era tan rara, yo hago cosas muy pero que muy parecidas y
yo soy normal, creo), que se imagina cosas, que piensa e imagina cosas sobre su
vida y sobre la de los demás, sobre ella misma y sobre los demás, y no se da
cuenta de que lo que piensa e imagina son cosas muy importantes a las que no
presta atención porque está acostumbrada a pensar en sus para ella tonterías y
no les da importancia, y que lo único que en realidad busca es lo que dice la
canción que he escuchado, la libertad, y acaba por no encontrarla pero se queda
la mar de contenta, entonces… me da por pensar.
Pues eso, que yo también hacía lo mismo que la protagonista
del libro que me he leído: imaginar cosas. Cosas que no pasan y que sabes que
nunca van a pasar (no por nada, sólo porque por el mero hecho de haberlas
imaginado ya es como si hubieran pasado, y las cosas no suelen pasar dos veces
exactamente igual). Son tonterías. Que te encuentras con alguien a quien no has
visto hace años en el lugar más tonto… Que te vas a vivir a otra parte… Que te
dicen lo que quieres escuchar… Que dices lo que nunca te atreviste a decir… O
que te toca la lotería. Qué más da.
Ahora ya hace tiempo que no imagino. Hubo un tiempo en el
que busqué lo mismo que ella, la libertad. He dejado de hacerlo. Las dos cosas,
imaginar y buscar la libertad. La primera básicamente porque no lo necesito, no
necesito tener una vida imaginaria. La segunda porque básicamente no existe.
Eso creo. La libertad no existe.
Ya, claro, díselo a un preso.
Pero no es eso a lo que me refiero, no a ese tipo de
libertad.
Siempre hay algo que te ata. Incluso el amor por la libertad
te puede atar. Y ese querer ser libre por encima de todo no te deja hacer cosas
que realmente te apetece hacer. No eres libre, eres esclavo de tu libertad.
¡Soy un espíritu libre, hago lo que quiero y cuando quiero y
no me ato a nada ni a nadie!
¡¡Venga hombre!!
¿¿A quien le gusta estar solo??
Porque para ser libre tienes que estar solo y no importarte
nada ni nadie. Y eso no hay Cristo que lo aguante. En serio lo digo. Me parece egoísta y... un poco triste, la verdad.
Yo no quiero ser libre. No, no quiero. Quiero tener lazos
con personas y lugares. Lazos que me aten, a los que poder aferrarme y estar
segura. Quiero saber que siempre tendré a alguien o algo. Siempre. Siempre es
una palabra bonita. Siempre….
1 comentario:
Feliz año!
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