miércoles, 14 de diciembre de 2011

EL LABERINTO MÁGICO



    Como cuando venimos de cualquier parte y encendemos la luz,  y antes de que pinten bastos nos metemos a  la espera de ver quien hay por ahí. Siempre esperamos la compañía que quizás nos falte en otros universos más cercanos y reales, o el  añadido que nos viene de casi serie a los que  ejercemos de sibaritas sobre nuestra propia estancia buscando la exquisitez de unas risas o simple compañía.  Mal de amores escondidos tras una nube de polvo desintoxicante ejerciendo la capitanía de dominar nuestro entorno y sabernos la cúspide del mundo mientras esperamos  letras desde el otro lado de la luz, nombrándonos o simplemente sabiendo que está ahí, justo ahí, en ese preciso momento.

Si la rutina emerge con los días y la proximidad de la fantasía, la imaginación, el deseo o la simple costumbre se acota en círculos cerrados que irán poco a poco en dirección concéntrica a poco que surja esa chispa entre pantallas habremos ganado algo o alguien en quien rellenar nuestros huecos mal acostumbrados. Soledad pasiva o voluntaria que nos impide ver más allá de la puerta de nuestro cuarto y nos encerramos en conversaciones al uso, simplemente apretando el botón de la distancia y le damos al play de nuestras horas, costumbres o lo que surja en un momento determinado.

Te busco y me buscas, siempre sabiendo donde estamos y cuales son nuestras limitaciones obligadas, cual la línea a seguir o la frontera a no traspasar, que ilusión o ilusa percepción de engañar a veces sentimientos con “déjà vu” tarareados por la inercia de lo imposible, esto no se toca, esto no se come, solo abrimos nuestras almas al vacío y nos dejamos conducir hacia cualquier parte desconocida, que más da, lo importante es saber que estamos dentro.

Por eso a veces, te busco, te escondo o te ignoro, juego a jugar delante de tus ojos y la percepción de los sentidos que nos hace libres o no, que nos lleva más allá o casi te toco con mentiras o verdades que nos inventamos dependiendo del tiempo que haga ese día, si la lluvia o el sol, si la noche o el día, si arriba o abajo nada importa para excusarnos ante nosotros mismos, siempre tendremos anotaciones personales guardadas en nuestra memoria para ir dibujándolas al son que nos marcan los dedos, o un simple lápiz mental que nos dicta las palabras adecuadas.

Que de romanticismos escondidos encontramos en nuestro propio yo, valentía camuflada de ensoñaciones varias o cobardías asociadas a todo lo que dejamos detrás de esa dichosa puerta, como si intentásemos salvar nuestras vidas con cada párrafo, cerramos los ojos y nos sumergimos en profundidades inevitables que buscamos y buscamos cada día como esa droga que nos es imposible alejar. La de preguntas que nos hacen ver y la de respuestas que procesamos a velocidad de vértigo, la de momentos, tumultos o escalofríos que se nos paran en nuestra cabeza cada dos por tres. No pensamos en relaciones más allá de nuestros propios sueños, socializarnos a nosotros mismos con nuestros respectivos “yos”  aunque no sepamos estar solos y necesitemos de ese aliento cómplice para llevar a cabo la misión de nuestra vida, de nuestras horas o de nuestro tiempo.

Trasiego de pensamientos díscolos que nos mueven como marionetas intentando seducirnos, probar a probar sin dejar escapar ninguna intención que nos delate, asumir la compañía como buena o apretar el otro botón, si caen las cartas boca arriba habremos ganado tesoros impensables que no deberíamos dejar marchar, pero si son boca abajo es la fibra moralina rampante la que nos avisa y nos hace escondernos detrás de emergentes cortinas de oro que el viento de la indiferencia  un día sí y otro también ladean para dejar ver la luz que quedó dentro.


Nota del autor:

Poliominó:  Los siete enanitos del bosque nunca utilizaban el mismo camino para regresar a casa a partir del día que conocieron a Blancanieves.

1 comentario:

madita dijo...

Qué bonitos párrafos, cuánta sensibilidad que reprimes y se escapa a partes iguales. Vengo y sé que voy a sufrir y disfrutar. Qué me voy a poner triste o reflexiva, pero vengo. Quizás adivinando que aquí detrás hay más de un alma gemela.

besos

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