Cuántas veces no habremos tenido la tentación de saber lo que habría más allá de cualquier camino de los ingleses. La de veces que habremos querido salir de esa ferretería particular y hacernos poetas, traspasar la linea imaginaria que separa a los héroes de las sombras, vivir nuestras propias tormentas de verano o nuestros baños de sol, vivir múltiples historias para hacer de ellas nuestra historia, traspasar esa ventana que nos oprime y romper los barrotes que nos encarcela a nuestro presente más cercano. Sé que soñar es fácil y que lo difícil es vivirlo, pero también sé que cada día le damos al botoncito con la esperanza de ver la vida que hay detrás de todo camino soñado. Llamamos a su puerta cada mañana con la esperanza de hacernos adultos y viajar sobre él en una experiencia única.

Un día saqué la entrada y me dispuse a ver una película, una película cualquiera. Me sorprendió la joya cuando atravesó su nilo y traspasó la pantalla hasta sentarse a mi lado, y, aunque sabía que no era mi camino por un momento pensé que sí lo era, que cualquier camino podría ser el mio. No dijo nada, solo mirábamos la pantalla. Y la escena transcurría durante unos meses, con cualquier verano por medio.
Me sentí confundido, todo parecía confuso, durante gran parte de la película notaba como ella quería salir de aquel escondite secreto, se fijó en él desde el primer momento atraida por un magnetismo poco entendido, quizás sonidos embaucadores le hicieron gracia o tal vez el ansia de escapar de aquella celda le impulsó a soñar e inventarse orillas por las que descansar de largas travesías silenciosas. Le amó en silencio o tal vez lo imaginó, se inventó su propio camino más allá de su pequeño teclado, quizás quiso saber. Pero él no la comprendió, o quizás si, pero no quiso saberlo, miró hacia otro lado y ella lejos de olvidarle más sucumbió ante él, quiso disimular su amor malherido con risas y juegos, salió a la calle y se empapó de la lluvia fina que caía mientras cantaba melodias de amor. Le observaba dolorida sin esconder su dolor, el orgullo tragó escenas trágicas de mentiras y angustiadas amistades de cristal. Todo parecía un juego, un juego prohibido mientras cada noche compartía lecho con autistas ilusos de papel, enemigos de lo divino y encarándose a su propio interior se disponía a soñar, solo podía soñar.
Jugó con ella, y eso le gustaba. Cada frase contenía un símbolo, la de puntos y comas y caras y cruces que compartieron en morse alimentaba su sueño. Qué habrá allá en el otro lado, y se inventó el camino, con obstáculos de dolor, de tripas hizo el corazón de una muñeca de plástico que luchaba contra ella mientras sonreía y cantaba preciosas baladas de amor. Una duda le partió el corazón y alentó su mala suerte, simplemente no la eligió. Intentó olvidar, pero no supo, ni quiso, ni pudo....desvió su camino, o su mirada, maldita trampa que nunca quiso ver para dejarse caer en ella una y otra vez, decía que no, que jamás caería en su propia trampa, y caía, y volvía a caer.... le gustaba caer.

Todo parecía muy confuso, cuando sentí su mano coger la mía, no dijo nada, cuando las luces nos despertaron de aquella película. Ella no se volvió a su pantalla, sino que se vino conmigo, bajamos las escaleras lentamente, y nos dirigimos hasta el final de un puente, donde esa noche la luna brillaba y le escribimos una carta de amor.....
La carta estaba escrita en preciosos versos de amor. Delataban cada palabra al poeta que llevaba dentro, y sobre sus rimas corrían lágrimas de sudor. Había merecido la pena ver lo que había al otro lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario