jueves, 14 de abril de 2011

PRÓLOGO


     Tenía la costumbre de leer todos los comentarios parándome por supuesto en aquellos que contestaban a mis palabras, bien para compartir mis pensamientos bien para no estar de acuerdo. Hubo un momento que me ví sobrepasado y desbordado, me resultaba imposible hacer lo que realmente quería que no era otra cosa que contestar punto por punto y coma por coma a todas y cada una de aquellas palabras que se dirigían hacia mis escritos. Mis obligaciones, la timidez con que leia aquellas casi siempre bonitas palabras o tal vez el pudor de sentirte observado por tanta gente me bloqueaba hasta el punto de hacerme sentir a veces mal. De cada palabra aprendí, cada elogio y cada crítica me enseñó que detrás de cada nick había una persona que habia hecho un hueco en su vida para detenerse a leerme y compartir una pequeña parte de su tiempo conmigo.

    Mi unica forma de poder contestar a cada una de esas palabras no era sino esforzarme cada día en hacerlo un poco mejor. Me sentí mal cuando veía que os dirigiais a mí y me veía incapaz de contestaros a todos, pero jamás se me olvidó nunca y siempre leí con atención y a veces bastante emoción todos aquellos comentarios. Había nicks que al llegar lo primero que hacían era leerme y contestarme, eran como asiduos compañeros de mañana y notabas su presencia en la sala y lo acompañado que te sentías, me sonrojaba a veces, me mosqueaba otras pero ninguno quedó en el olvido jamás.

    Cuando terminó aquella edición, aún pesaban las palabras y la acción de unos dias intensos, la vena seguía abierta y mientras otras guerras coparon la actualidad como rescoldos de un fuego vivo y dificil de apagar busqué la calma en otros horizontes para poder seguir escribiendo, “el perfecto imperfecto” pensaba que era cuando el gusanito seguía llamando a mi puerta como cada mañana, la resignación de no querer echar el telón me sumió en mi más cruel realidad gritando con fuerza la impotencia de no querer alejarme de vosotros y cierta “crisis” personal y profesional me vinculaba durante unos días, los que aguantase, a mantener intactos mis dedos y mi apego a esta pantalla.

    El nick era conocido y la edición estaba reciente, escribí en solitario cuando empezasteis a aparecer poco a poco, el círculo se fué reduciendo hasta el punto de formar una extraña habitación de risas y complicidad donde la intimidad dejó latente la fuerza de la virtualidad y como poco a poco nos fuimos acercando cada vez más, son momentos de unión y compartir cosas en otros momentos impensables pero sobre todo de conocernos mejor.

    Recuerdo aquellos momentos como maravillosos que me enajenaban de mi realidad y me infundían la esperanza de ver otra distinta, jugamos a jugar como adolescentes y en nuestra diversión se produjo cierto acercamiento extraño a la vez que prohibido, almacenando datos y risas entre campanillas que no dejaban de sonar. Eramos tres, y tres eramos multitud, pero no nos importó hasta que un día las adivinanzas nos condujeron hacia nuestra propia cercanía, lo cual me produjo sorpresa y una extraña curiosidad.


     La habitación se había quedado grande y nos trasladamos a un cuarto más pequeño e íntimo, pero seguiamos siendo multitud en un cuarto tan pequeño, aún así conseguí arrancarte aquello que quería saber. Te agregué a mí porque quería tenerte cerca, no me había sentido complacido del todo y ciertas incógnitas rondaron mi cabeza, incógnitas prohibidas que me produjeron desasosiego, era la primera vez que me hiciste pensar. Insistí en esa vedada luz que me encendías cada vez que me atrevía contigo y cada vez la veía más débil lo que me provocó cierto interés. Algo me dijo que aquella luz no era real y me impactó la frialdad con que me lo contabas, infravaloraste mi curiosidad y por primera vez noté en tus ojos el miedo. No quise creerte y algo me decía que no debía creerte.

Y me marché, con esa duda.

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