martes, 26 de abril de 2011

SUEÑOS DE PIEDRA


   
     Había abierto la botella y había leído aquel mensaje, se hizo a la mar sin dudarlo y fué en busca de aquel lejano lugar, algo le decía que allí se encontraría algo que llevaba muchos años esperando. La travesía fué dura, larga, solitaria, se enfrentó a tormentas y galernas, a dias de miedo y de mucha soledad, casi desfallecía cuando por fìn una noche vió la luz de aquel faro que le guiaba, detenerse. Habían sido muchos años de travesía angustiosa y casi sin fuerzas arribó a aquel puerto aquella fría noche. Moribundo y sediento, enfermo de pena y de soledad, triste y casi derrotado solo esperaba llegar a aquel lugar y encontrarla, había sido su destino y el sueño de su vida, solo pidió unas pocas de fuerzas más para llegar a verla.

    Se arrastró por aquellas empinadas escalinatas de piedra, andrajoso y polvoriento, sacó de nuevo aquel envejecido papel y vió como la luz del faro que le habia guiado se paraba en aquel preciso lugar. Empujó la puerta con las pocas fuerzas que le quedaban, y entró en aquel sencillo templo. Todo era oscuro, y necesitaría esperar a las primeras luces del alba para que el sol pudiera mostrarle lo que esperaba encontrar. Agotado y extenuado se tumbó en el maloliente y frio suelo y se quedó dormido.

Al despuntar el alba, los primeros rayos de luz le apuntaron hacia sus ojos cansados, y entonces la vió. Estaba alli, subida en aquel pedestal de piedra, cubierta con aquella preciosa túnica blanca y mirándole fijamente. Era preciosa, terriblemente bella. Si, no cabía duda de que era ella, la persona que habia estado buscando toda su vida. Se fijó en su mirada, directa, profunda, en sus manos, delicadas, en su sonrisa inerte y en su pelo, sus ojos no podían más al observar tanta belleza, era la mujer más hermosa que habia visto jamás, y parecía que estaba alli, esperándole a él.

Se levantó y le cogió la mano, deslizó sus dedos sobre aquella túnica de piedra, y sintió el frio y abandonado adobe, olvidado y triste, se percató de que su mirada le seguía allí donde se movía, era la cariátide más hermosa jamás soñada. Sus fuerzas se agotaban, pero se sintió feliz al haberla encontrado, pensó que había merecido la pena tantos años de sufrimiento y espera, y solo la contemplación de aquella diosa perfecta pareció que le daba sentido a sus últimos suspiros. No podía más, cayó fulminado y exhausto a los pies de la cariátide, y allí se quedó, profundamente dormido.

Nadie le habia dicho que la mujer por la que estuvo navegando tantos años, y por la que dedicó toda su vida, que la mujer a quien brindó el sentido de su vida, y que le estaría esperando, era de piedra. Pero al marinero no le habia importado, era tal su belleza que ni siquiera se habia percatado de ello, sabía que por fín la habia encontrado, y que era tal y como la habia imaginado, tal y como la había soñado, insultántemente bella y hermosa, preciosa. Era la mujer que siempre había esperado encontrar.

Dos días permaneció tumbado en aquel suelo frio y abandonado a los pies de su cariátide, agonizaba, ya no le quedaba nada por hacer cuando de repente, el brazo de piedra, se movió y le tocó. Sus ojos se abrieron creyendo que estaba viviendo una pesadilla, cuando de repente, su boca dibujó una sonrisa y las manos de aquella preciosa diosa empezaron a acariciarle el pelo, se levantó, y se percató que aquella túnica de piedra se plegaba como fino lino y sus manos habian dejado de estar frias, las sentía suaves y delicadas mientras le acariciaba. Se había quedado extrañamente mudo y sin poder articular palabra, sus fuerzas habian brotado al mismo tiempo que la cariátide empezó a moverse y adquirir vida, la vida que él habia desgastado en encontrarla.

De pronto alzó la vista hacia la ventana, y volvió a ver la luz del faro que le guió, era una señal, otra nueva señal, salieron juntos de aquel templo olvidado, y embarcaron de regreso, siguiendo aquella maravillosa luz.

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