domingo, 21 de agosto de 2011

ESLABONES ROTOS


 
Hay cadenas que empiezan y acaban, y otras que nunca sabemos cuando empiezan, ni sabremos cuando acaban, son eslabones de la vida que nos toca conocer sin ver exactamente el principio ni posiblemente el final. Trayectos que empiezan allí donde nuestros recuerdos o nuestra memoria alcanza y nunca sabremos ciertamente cuando llegarán a su fín. Hemos de esperar hasta que eso ocurra. Hoy se ha roto un eslabón y solo nos queda el recuerdo y las imágenes de una vida que ha pasado por nuestros ojos como una película a cámara lenta quizás porque nuestro eslabón está mucho más abajo. 

Pero recordamos el principio, y hemos vivido su evolución a través de los eslabones que ella misma con sus manos fue enganchando, de la misma manera que mañana, hoy tal vez, nosotros seamos los que estemos formando otros nuevos. Miramos hacia arriba, hacia ese primero que alcanza nuestros recuerdos y nos damos cuenta de donde venimos, y sobre todo porqué estamos aquí, para qué estamos aquí. Si no para seguir esa cadena que fielmente nos vemos obligados por vida a seguir. Se van quedando eslabones por el camino, de la misma forma que se van enganchando otros. Hoy, se ha soltado uno de ellos.

 Pero los demás siguen fuertes. Se ha soltado y ha subido al cielo, los otros solo pueden mirar su ascenso y sonreir en su despedida.  Ha cumplido su objetivo, ha dado la vida y el equilibrio para que la cadena siga igual de fuerte como cuando ella se enganchó. Es así la evolución de nuestras vidas y así debemos de seguir nuestra cadena.  El recuerdo de su esfuerzo porque la cadena permaneciese fuerte es la constante que debemos seguir, su ejemplo. El espejo donde mirarnos cuando miremos sin querer hacia atrás, o cuando como hoy,  se nos venga a la cabeza multitud de recuerdos.
  
La fortaleza de nuestras cadenas dependen mucho de todos estos recuerdos que hoy sin querer se agolpan en nuestras cabezas, las lágrimas no son de pena, ni siquiera de tristeza, son de agradecimiento por habernos enlazado a su cadena, por habernos enseñado a mantenerla fuerte y unida, por no haber permitido que nuestros eslabones se fuesen soltando sin sentido, sino solo aquellos que en su momento le corresponda, como hoy le ha correspondido a ella.

 Hoy miramos a nuestro alrededor, y todos los eslabones que vemos en torno a ella, son parte del suyo, los vemos sólidos y fuertes, hemos recogido su testigo, cansada y agotada ha pasado su eslabón al siguiente y lo vemos así, como mañana tal vez lo volvamos a ver y nos volvamos a acordar de este momento. Es la vida misma.

La puerta del cielo está abierta, y el eslabón sube hacia arriba, va camino hacia allí, su nuevo sitio de donde vigilará que la cadena no se rompa y permanezca allí esperándonos de nuevo para volver a formar de nuevo nuestra propia cadena. Esos ojos se fueron despidiendo poco a poco, sin apenas palabras, no hacía falta, la cadena sigue intacta, fuerte, como ella la dejó.

No se ha resistido, hace tiempo que se dio cuenta que el suyo se soltaba porque los demás ya tiraban con demasiada fuerza de él, solo esperó al momento oportuno, y hoy ha llegado, ahora nos toca a nosotros tirar de los otros, con la misma fuerza que ella tiró del nuestro. Por eso se ha ido cansada…  pero feliz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando se rompe una ilusión, no necesariamente se rompe el corazón del amante. Éste se fatiga de angustia y avanza cargando una cruz. Busca sanar entre una luz sin brillo y la bruma espesa, pero sólo logra llorar de a ratos. Entonces me pregunto ¿Por qué la sigo queriendo tanto? Y descubro por primera vez, que no es por lo bonita, ni su carácter contenido. Realmente me sorprendo de no haber usado jamás los ojos cerrados, los que están debajo de mi pecho. Me doy cuenta de que no se puede enhebrar la primavera con el otoño y que la ilusión es un eslabón roto que sólo se puede soldar con una sonrisa de ilusionada, un saludo llamado amor… Entre estas roturas, el invierno está escarchado, roto en pedazos de vidrios y el verano muestra las cenizas de un fuego ausente, sin aviso.

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