jueves, 5 de mayo de 2011

LA SEXTA ESTACION


                               “Oh tren explorador de soledades,
                             cuando vuelves al hangar de Santiago,
                      a las colmenas del hombre y su cruzado poderío, 
               duermes tal vez por una noche triste un sueño sin perfume,
                 sin nieves, sin raíces, sin islas que te esperan en la lluvia.
                      inmóvil entre anónimos vagones.” (Pablo Neruda)



Sentado en el vagón veo el camino retroceder a gran velocidad y los árboles, las nubes y los pastos quedan atrás mientras vago en un largo viaje de estación en estación. En la primera veo a unos niños jugando al escondite con babys de color azul a rayas y bollos con chocolatina en la mano, cantando a la vez que la señorita los baja a la playa donde corren al “pillao” o juegan al pañuelo, para regresar con arena en los zapatos de nuevo al olor a tiza, inviernos lluviosos y merienda después del colegio, bicis o pelotas marcan la infancia de aquellos amigos que se perdieron en el tiempo.

No se detiene el tren, sino que prosigue su camino, y el pasajero recorre con recuerdos cada estación de la vida, nostalgia o recuerdos de una velocidad errática que no se detiene jamás, cuando llegamos a la segunda estación de aquellas aulas de paredes verdes donde las primeras cartas de amor pasaban de mano en mano y las entradas del cine obligaron a robarnos los primeros besos, tiempos de pudor, de vergüenza y de nuevas experiencias delimitaron el paso a una adolescencia plena de chistes y guateques, excursiones y primeras fotos que apoyábamos en la mesa de estudio mientras intentábamos concentrarnos en cualquier principio de Pitágoras, escuchar a los hermanos mayores relatar su baile al son de “si tu fueras mi mujer” mientras la cogia de la cintura o embobado aprendias el “daddy cool” y tú deseabas ser mayor como ellos. 

Atraviesa la campiña desolada por el invierno pero no alejas la vista del cristal mientras devoras kilómetros y kilómetros de vía que te dirige a cualquier parte, no quieres perder ni un solo segundo de contemplar tan lindo paisaje cuando sin darte cuenta te encuentras pasando la tercera estación. La primera novia, los amigos y noches de insomnio porque el atragantado profesor de matemáticas te ha cogido manía, son años de rebeldía y de libertad, aprender a decir no con el libro rojo del cole mientras preparábamos nuestra primera huelga para conseguir que nos pusieran una estufa. The year of the cat sonaba en nuestros corazones al ruido de los futbolines o los sábados de primera discoteca, la pubertad pica y las batallitas repiquetean mientras buscamos aquellos sitios oscuros donde poder llevarla fuera de la vista de todos. El País bajo el brazo nos daba el olor a progre y los primeros cigarros, las Paredes o un viejo vespino nos hacia dudar en si traspasar la linea o quedarnos anclados en aquella música de viento y alegría.

Quieres hacerle tantas preguntas pero no te atreves, solo te dejas guiar por el sonido estridente de los railes o el ensordecedor pitido cada vez que traspasa alguna ciudad, estaciones que se recorren sin parada final, apenas unas horas en la vida para seguir el viaje. “Entrevinos” y compañeros de la mano retumban los estrados de la facultad, mientras el sonido libertad somnolienta nuestros amaneceres pegados al libro, son dias de vino y rosas, viajes por el mundo o fiestas en ditirambo, al calor de la tuna escondemos nuestros mensajes para la vida que nos espera mientras nos disfrazamos de payasos en cualquier carnaval, nervios, tensión, juergas o noches sin dormir.

Billetes de autobús para el fin de semana o macutos de esperanzas donde guardamos un poco de ropa para la semana, es una parada obligada en tu vida que absorbes con pasión y vives a rajatabla, encuentros con las profundidades o desnudarse el alma ante cualquier obra de Picasso, enderezar tu camino hacia un norte distinto y paso firme hasta el final, antes que llegue la tormenta disfruta de las cañas de las tascas o de un buen vino, no importa que te chispes una noche porque tu corazón aguanta lo que tu cuerpo no y no es tiempo de perder el tiempo, vivir a la sombra del carpe diem con los ojos en el horizonte que amenaza con llegar, noches de tertulia y café, amaneceres rojos de mal cuerpo, cocinar o hacer la compra, o pintar paredes con cualquier graffiti no inventado en tus sueños, sueños de actor con corbata o delante de cualquier ordenador manejando estadísticas, aún queda por salir el sol, mientras entonamos aquella vieja canción al terminar los finales en aquel viejo banco por aquel mes de junio.


 No se detiene, sigue su camino, apenas me tambaleo ni pestañeo, veo pasar los postes por la ventana y la velocidad no aminora, el tren sigue su marcha y a lo lejos diviso montañas. Formas una familia, tienes hijos y te declaras objetor de la vida haciendo cola en el supermercado o bajo la atenta mirada del mando de la tele, las cenas de los sábados preambulan la copa obligada de salir de la rutina mientras arrancas las hojas del almanaque, demasiado plano para tan pocas notas, nunca quisiste ser arquitecto cuando sin darte cuenta te viste metido en la obra, almas libres que se esconden y agachan la cabeza mentirosa sonrojadas de error, purgas tus pecados y te confiesas culpable por haber errado de esa manera, abres la puerta y te vas...... dejando la estación atrás, prefieres irte y subirte de nuevo al tren.

Y alli estaba, viendo el paisaje pasar, la velocidad se mantiene y el runrun de los vagones aletean mis pensamientos, cuando de repente se detienen en la próxima estación, dudas por un instante y sin pensarlo te bajas al fin de ese tren. Es la última estación, no lo esperaba, pero al bajar las escalerillas, estabas esperándome, ahora estamos sorbiendo ese sabroso café en esa última estación, me miras de reojo mientras sonries, mientras observas como lanzo mi block a la papelera, nos levantamos de la vieja mesa y nos vamos de la mano. La máquina de vapor por fín se ha parado. No puede seguir, al fondo una vieja melodía de jazz se apaga... mientras nos alejamos de la estación.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado, de verdad...
Una de las cosas más bonitas que has escrito.

Me has hecho recordar muchas cosas y, es curioso, pero parece que las estaciones en la vida de las personas no difieren tanto de unas a otras.

Tenemos lugares comunes aunque distintos, y vivencias parecidas aunque diferentes, y las sensaciones en cada estación son casi las mismas...
Somos tan iguales y tan diferentes... es curioso. Casi recuerdo tus recuerdos, porque casi son los mios.

efejota dijo...

No, no creo que difieran tanto, cambiamos los detalles, los lugares pero las sensaciones son parecidas en recorridos normales. Todo es un largo viaje en el tiempo y dependiendo de la dirección que tome el tren que cada uno cogemos las descripción será de una manera o de otra, matices importantes para cada uno que nos harán el viaje más o menos agradable, tan importante como las estaciones en las que nos paramos.

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