lunes, 11 de abril de 2011

CISNE BLANCO


     Resulta curioso como todos llevamos dentro esa dualidad indispensable para sobrevivir y que muy pocos conocen de nosotros, si somos cisnes blancos lo somos en rebeldía suficiente como para ocultar el cisne negro que también llevamos o viceversa. Como afrontamos nuestros dias con el plumaje suficiente para desgastarnos nuestras propias uñas, herirnos la espalda con ellas hasta sangrar o hacer que el pianista termine por aburrirse de nosotros, como podemos ser capaces de soñar con el pico más alto y el aplauso más hermoso con la platea a rebosar, hacer de la envidia nuestras señas de identidad por haber logrado un sueño y sin embargo tengamos miedo a enfrentarnos a nosotros mismos.

    Como es posible que tengamos en nuestras manos a cada momento mil sueños por realizar y sentirnos el ombligo del mundo, encauzar nuestra vida hacia ellos y dirigirnos sin dudarlo hasta nuestras metas más inverosímiles y seamos incapaces de enfrentarnos a nuestros propios miedos.

    En verdad podriamos ser producto de nuestra propia ambición hasta el punto de autodestruirnos por alcanzar un sueño? A veces pienso que sí. Nos da la vida, nos la quita y nos la devuelve en la tentativa de alcanzarlo, luchamos por él a veces de manera obsesiva y encontramos en el camino el sentido a nuestra existencia. Todo se aparca o pierde interés, deja de ser prioritario y solo escuchamos ese cisne negro que nos permita competir por alcanzarlo a costa de lo que sea, nos valemos del blanco para ello si nos hace falta y dejamos los escrúpulos de lado para conseguir nuestro objetivo.

     Quien mejor que nadie para conocernos bien y saber el color de las plumas que utilizamos a cada momento, cual es el adecuado o el necesario, sabemos del que mostramos y nos sentimos seguros porque somos aceptados pero cuando alguien te dice lo que tienes que hacer para conseguir tu sueño y te da las fórmulas necesarias pecamos de inseguridad, nos autorechazamos renunciando a nuestro cisne blanco por ambición y mutamos hasta conseguir el fín sin a veces calcular los riesgos, caemos en brazos del negro que a nada le importa el medio sin ni siquiera parar a pensar si en verdad merecerá la pena. Todo es cuestión de principios, de ego o de valoración, fijarnos nuestras propias metas y no parar hasta conseguirlas no debería ser ningún principio excluyente con nuestra propia naturaleza, conocernos mejor sería la solución, ser capaces hasta donde podriamos llegar, de nuestras limitaciones nos haría igual de competitivos y poder llegar a alcanzarlos tambien.

     Pero cuando priorizamos nuestros sueños por encima de nosotros mismos actuamos contra natura y si el nivel de obsesión es tal que seriamos capaces de renunciar a nuestro propio yo, el camino se presenta insano y autodestructivo, nos devoramos y devoramos a quien nos rodea, nos cegamos de orgullo disfrazado de sacrificio y danzamos sobre zapatillas destrozadas por la sangre de nuestras propias uñas. Renunciamos a veces hasta de nuestra propia libertad y acudimos raudos a falsos cantos de sirena disfrazados de aplausos para nuestra propia satisfacción.

     El camino no es fácil, distorsionamos nuestra realidad a base de alucinaciones, sentimientos de culpa, respuestas violentas y desdoblamiento de nuestra propia personalidad, no sabemos en que momento somos blanco o negro. No vivimos, nos olvidamos de vivir, nuestra libertad es nuestro esfuerzo y la sangre que emana de nuestra espalda es nuestra victoria. “Tengo una pequeña tarea para tí, ve a tu casa y mastúrbate.... vive un poco”

    No lo poseemos todo aunque creamos que sí, a veces nos faltan cosas lo que nos sumerge en una vorágine irreal y nos adentra en nuestro propio infierno psicológico, si no lo tengo lo conseguiré, cueste lo que cueste. Nos plantea dudas que nos devoran ante el temor al fracaso y nos hace sangrar la mente más allá de nuestro propio razonamiento. Nos produce delirios enfermizos cada paso atrás y hándicap que nos frene nuestro desafío trazado. Nos cambia la vida nuestra propia lucha interior y no cesará nuestra angustia hasta que llegue el momento de nuestra liberación.

    La gente se pone de pie, y nuestra alma se encoge, brillan nuestros ojos y pensamos que lo hemos conseguido, se para el mundo y todo es de color hasta el estruendo de las plateas, en momentos como esos ya no nos queda nada, solo morir, morir de éxito o morir de orgullo.... Mostramos nuestro cisne blanco en todo su esplendor, radiante y hermoso sin parar a pensar en un momento que detrás de ese telón se mantienen las luces apagadas y en él se encuentra nuestro cisne negro bebiéndose nuestras lágrimas de felicidad dispuesto a cobrarse su factura. La factura de nuestro camino, que a veces es nuestra propia vida.

2 comentarios:

Rose dijo...

Sabes?
A veces pienso que me hubiera gustado tener una pasión así, un deseo así, algo por lo que vivir intensamente y que la idea de conseguirlo hiciera que mi vida cobrase sentido...
Me gustan las personas que luchan por un sueño y que lo dan todo por llegar a la meta que se han propuesto.
Me gustan las personas que viven apasionadamente.
El problema está cuando la pasión se convierte en obsesión y no logras distinguir ilusión de realidad, cuando tú no te comes tu sueño, sino que tu sueño te come a ti...
Me gustaría sentir esa pasión aunque sólo fuera por unos instantes, ese subidón de adrenalina, esa fuerza, esa alegría inmensa por un logro intensamente deseado que hace que no sepas si reír o llorar, si seguir viviendo o morir, porque después de tu logro ya nada tendría sentido.
Sí, ya lo sé... suena peligroso, suena a perder la cabeza por algo, pero no me cabe la menor duda de que la sensación merecería la pena.

De todas formas, me resulta mucho más cómodo y seguro tener un montón de pasiones pequeñas. Conseguir pequeñas cosas cada día, que te van alegrando poco a poco la vida. Apasionarme por vivir un día más, por amar un día más...

No quiero plumas blancas ni plumas negras, quiero mis propias plumas, que para bien o para mal, son así:

http://t2.ftcdn.net/jpg/00/05/78/59/110_F_5785930_i1YexLw3OMrm1W5e1UZzH2bByCiBs1yQ.jpg

efejota dijo...

Recuerdo cuando tenia dieciseis años los domingos por la noche, me tumbaba en la soledad de mi habitación a pensar y a fumarme el único cigarrillo que me fumaba a la semana, un Dunhill; entonces, recuerdo que incluso controlaba mis propios vicios, me pudo durar el paquete unos cinco meses, pero lo compré porque me apetecía fumarme ese cigarrillo.

Y, al final de la noche, pensaba.

Tenía tres prioridades en esa fase de mi vida, el fútbol, el instituto y una chica con la que salía.

Recuerdo que me ponía a pensar en como se me había dado la semana y recuerdo repetirme con un pensamiento que en algunos momentos me pareció resultar hasta obsesivo. Esa tarde había jugado el partido de la semana, y si me había ido bien, automaticamente pensaba en las otras dos prioridades, me decía, el fútbol bien, solo quedan las otras dos. Bien, nada hacia que dejase de convencerme que jamás en una misma semana me podría ir todo bien, cuando el fútbol me iba bien, o suspendía algún examen esa semana o tenía alguna bronca con la chica que salía.

Cuando esa semana estaba bien con ella, normalmente pensaba que al domingo siguiente haria un partido desastroso o me suspendían algún parcial; a veces, coincidía que me salían dos cosas buenas y una mala, o una buena y dos malas, pero nunca, y digo nunca, podría en una semana, irme las tres cosas bien. Fué casi como una obsesión, o una resignación implícita de autoconvencimiento.

Hubiese sido demasiado bonito que en una semana cualquiera, me hubiesen salido las tres cosas bien, pero no, siempre me fallaba algo. Al final, hasta me convencí que era imposible, y eso me tranquilizaba.

Creo que todo está en nuestra mente, un deseo, una meta, una motivación por pequeña que sea es la medicina que ella necesita para sentirse fresca y lúcida, despierta.... viva, aunque a veces se pervierta y admita pensamientos intrusos como el que relaté al principio. Para vivir la vida apasionadamente no es necesario ser bailarina ni primera figura mundial, es suficiente con aprobar aquel examen que se nos atragantaba, con meter aquel gol que soñaste la noche anterior o con saber que tu pareja esa semana ha sido feliz contigo y está bien.

Publicar un comentario