sábado, 9 de abril de 2011

SARA


   Ana tenía una muñeca que se llamaba Sara, de la que se mofaban todas sus amiguitas cuando jugaban. Que muñeca más fea, le decian, es sosa y fea, y los vestidos que lleva son horribles. Ana se sentía mal y una noche le dijo a su madre que le comprara otra muñeca que la que tenia no le gustaba y sus amigas se reian de ella. Ana estaba triste.

   Sara quería mucho a Ana, aunque la despreciaba y se sentía blanco de las burlas de sus amigas, siempre le perdonaba porque la queria mucho. Sus amigas presumían de sus muñecas fashion, con vestidos exclusivos y cara sonriente. Ana siempre se sentía ridiculizada con los comentarios de sus amigas de juegos, y por la noche lloraba. Sara la veía llorar y tambien se entristecía al verla así.

   Una noche Ana le dijo a su madre que no aguantaba más, que quería otra muñeca más moderna, que no era feliz porque sus amigas se burlaban de ella y de su muñeca. Sara cuando la escuchó temió lo peor y se puso muy triste. Está bien, le dijo su madre, mañana te compraré otra muñeca nueva.

    Esa noche, Sara, no pudo dormir. Se sentía muy triste y sola. Sabía que perdería a Ana, pero entendió que ella se iba a sentir mejor y que sería feliz. Así fué, a la mañana siguiente su madre le trajo una nueva muñeca, supermoderna y con vestidos exclusivos. Por fín, sus amiguitas no se reirían de ella y ya podría jugar sin temor a que le dijeran nada sus amigas. Se puso muy contenta y le dió un beso a su madre por hacerla tan feliz. La abrió con sumo cuidado y se dispuso a ir al encuentro de sus amigas para enseñársela, se la veía contenta.

   De un manotazo metió a Sara en el altillo de su armario, arrinconada entre ropas sin usar y juguetes destrozados, y salió rauda al encuentro de sus amigas a enseñarle su nueva muñeca. Sara lloró, pero pensó que era lo mejor, se alegró por Ana, a quien quería mucho, pero no pudo reprimir su soledad y su tristeza por haber sido abandonada, ya no podría jugar con ella y permanecería alli encerrada durante mucho tiempo.

   Por las noches, contemplaba, la felicidad de Ana y el amor con que hablaba a su nueva muñeca y la peinaba, como la tapaba y le dirigía bonitas palabras. Ana era feliz. Cuando Ana se quedaba durmiendo, tenía la costumbre de bajarse del armario y sin que nadie la viese se acercaba a la cama de Ana a darle un beso y volverse de nuevo a su armario.

    Pasaron los años, y Ana se hizo mayor. Ella y sus amigas ya no jugaban a las muñecas, había arrinconado a su nueva muñeca también en el armario, junto a Sara, pero Sara no había dejado ninguna noche de darle el beso de buenas noches. Había visto desde su retiro como crecía Ana, y observado como esa sonrisa feliz de niña encantada se iba poco a poco transformando en tristeza, sus amigas se olvidaron de ella y la habían dejado sola. Sara vió como pasaba las horas encerrada en su cuarto, sin amigos con quien compartir y como la soledad poco a poco se fué adueñando de ella.

    Se sentía infeliz, nadie se le quería acercar a ella y en el instituto todo el mundo le daba la espalda. Sus padres empezaron a preocuparse por ella, a quien veían taciturna y sin apenas ganas de sonreir. Que podrían hacer se preguntaban angustiados por la tristeza de Ana. Una noche, mientras dormía sintió un pinchazo en su corazón y angustiada llamó a sus padres que intentaron calmarla hasta que se quedó profundamente dormida.

    Cuando despertó observó como se encontraba extrañamente abrazada de nuevo a Sara, que yacía en su misma cama. Sus padres, le habrían puesto la vieja muñeca, pensó. La miró y la acarició.... Que extraño parecía todo. Sara ese día, se sintió feliz, Ana ese día vió como el chico nuevo le habia invitado a salir, y no cabía de gozo, estaba supernerviosa. Había dejado a Sara encima de la cama, cuando la había hecho esa mañana, y apenas se habia acordado de ella. Cuando por la noche volvió feliz a su habitación, la acostó con ella y le contó todo lo que le habia sucedido ese día, Sara sonreía mientras la escuchaba. Al día siguiente, recibió una llamada de sus compañeras del instituto invitándola a una fiesta, y estaba superfeliz. Al llegar de nuevo le contó a Sara lo bien que lo había pasado en esa fiesta y lo feliz que se sentía, le contó como lo había pasado con Raúl, el chico nuevo y como de nuevo empezaba a ser feliz. Sara la escuchaba y lloraba en silencio mientras la acurrucaba. Se sentía feliz.

   Esa noche, Ana se despertó de madrugada y encendió la luz. Se angustió al no ver a Sara a su lado, estuvo buscándola debajo de la cama, entre sus ropas, entre sus libros y se alteró, cuando de pronto abrió el armario y la vió allí, en el estante de arriba arrinconada y medio tapada entre viejos juguetes rotos.

   Que extraño era todo pensó, mientras unas lágrimas comenzaron a caer por sus sonrosadas mejillas, apartando todos sus juguetes de encima y cogiéndola entre sus brazos, le pidió perdón. La bajó del estante, y la acostó con ella. Ana esa noche lloró, y Sara, le dió de nuevo el beso de buenas noches. Gracias, amiga, le dijo, mientras Sara se acurrucaba a ella.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bella historia :´)

Anónimo dijo...

O!!!! LA NETA QUE BIEN ESTA CHIDISIMA
WOOOO!!!

Angel y Demonio dijo...

Me encanto me enamore de la historia tienes un lindo blog

Rossella dijo...

Princesa...
He visto tu blog...
Te entiendo, no creas que no, pero no puedo compartir tus ideas, y mucho menos que animes a otras "princesas" a hacer lo que tú haces.
Debes ser una niña preciosa, no te conviertas en una Muñeca Rota.
La perfección no existe, no te engañes... no engañes a los demás.
Déjalo, por favor, déjalo.
Ya he conocido a una muñeca rota y créeme, ahora que se ha dado cuenta de su error, es una verdadera princesa.
Deja eso.... Vive!!

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